domingo, 31 de mayo de 2009

INCERTIDUMBRE






El otro día, uno de mis correctores de estilo me comentó, así, como él dice las cosas, que suelo comenzar los faldones con una negación, o al menos afirmando que no sé o desconozco algo, como si tal inicio respondiera a una estrategia dialéctica y no a un estado mental perenne. Se lo agradezco, sobre todo porque alguien se molesta en leer estas treinta líneas, y le prometo que procuraré seguir haciéndolo, que me parece una postura honrada ésta de reconocer que algo no se sabe o al menos se desconoce, también porque no saber y desconocer tal vez no sean lo mismo.
A lo que iba. No sé si la gente lee los periódicos o no, ni si la prensa escrita tiene contados los días hasta su desaparición absoluta a manos de Internet, y tampoco estoy dispuesto a darme un paseo por la hemeroteca (esa sí que tiene buena memoria y pillaría a tantos en sus mentiras y en sus renuncios), pero no me cabe duda de una cosa. Si hablamos de cosas de Teruel, denunciamos lo que pasa, o simplemente comentamos algo, nos acabamos repitiendo, año a año como si la vida no diera más de sí.
Cuántas veces nos hemos quejado tantos de la mala vida de los árboles en la ciudad de Teruel. Cayeron los de la Plaza de las Monjas, y ahora han caído los de la cuesta del cementerio (la que parte de la Ciudad Escolar) y los de la carretera de Alcañiz. Qué habrá sido de ellos, por qué los habrán arrancado, qué van a hacer ahora.
También saltó en su momento la polémica por los nuevos trenes regionales de segunda mano, y ahora parece que se repite el temor a heredar trenes de segunda mano. Y menos mal que en su momento se denunció que algún aparato del hospital Obispo Polanco también era de segunda mano, que si no, también habríamos heredado.
Y lo que se alargan las obras. La incertidumbre de los andamios y de las telas que cubren trabajos públicos que comienzan y difícilmente se ajustan en su ejecución a los plazos previstos.
Y el Óvalo, con el todavía único defensor del sentido único denunciando en un faldón vecino su soledad, que sufre de nuevo el ataque de la piqueta, una nueva incertidumbre de rotondas, cruces y confusión de un trazado urbano y pavimento que no soporta el peso de los vehículos. Lo que nos repetimos, ya ves.

jueves, 28 de mayo de 2009

TOCAR LA LUNA





A un mes de la hazaña del Cai Voleibol Teruel, creo que toca darle vueltas a todo esto. Pese a ser seguidor reciente, ya en la fase de ascenso tuve la fortuna de opinar cuando Diario de Teruel me brindó la oportunidad de hacerlo, siempre en caliente (resulta entonces difícil medir las palabras, las aguas del ánimo andan revueltas y no hay manera de dejar que las ideas se posen, algo relacionado con re-poso, seguro). Así que, en frío, a distancia, quizá sea más objetivo el regreso a los días pasados en Los Planos, ante la pantalla del televisor (cuando esto fue posible, que también ha dado que hablar), o en vivo, en cualquier desplazamiento del equipo.
Una afición ruidosa, entregada, siempre un porcentaje significativo de la población local (lo señaló Carlos Alsina en su programa de radio, La Brújula), es ya de por sí algo significativa. Para algunos, un fenómeno propio de lugar pequeño (aldeano, he llegado a oír y leer) que se vuelca en el fragor de la competición porque esta gloria pasajera lo redime del aislamiento, y no faltará quien piense que todo esto es algo efímero que durará lo que los patrocinadores deseen, y que en realidad no representa a una tierra, porque nutre su plantilla de mercenarios.
Sería una simpleza olvidar la trascendencia de algo que confirma la tendencia humana a animarse a empujar en una misma dirección, o pasar por alto el reconocimiento de un esfuerzo capaz de unir en momentos que tienden al individualismo. Hay mucho trabajo detrás de este éxito, muchas horas de dedicación, y un proyecto en el que han creído profesionales que en otro lugar habrían ganado más, pero que aquí han crecido como deportistas.
No fue fruto de entusiasmo pasajero: el esfuerzo, los entrenamientos duros, la labor oscura de tantos (no hay más que quedarse un rato en los Planos después de un partido para ver el trabajo callado de tantas personas, mero reflejo del trabajo de tantos entre bastidores), el reconocimiento de los jugadores, que se identifican con la afición y con la tierra en la que han venido a vivir, aunque por diversas circunstancias, respetables y nobles, nos hayan de dejar… Todo es ejemplo, modelo. No me sorprende que los humanos, desde sus primeros días, amaran el deporte.
Y el entusiasmo ayuda a hacer cosas grandes. Tocar la luna, por ejemplo. Pero con los pies en la tierra: en seguida comienza la campaña de socios, así que ya sabes.

martes, 26 de mayo de 2009

BÁRATRO


El jueves 28 de mayo a las 20 horas, en el salón de actos de la Cámara de Comercio de Teruel, Mario Ropero presentará Báratro, libro de poemas escrito desde el abismo profundo de quien no se conforma (con-forma) con la simpleza de la existencia diaria y reclama una salida que con frecuencia se le niega.

Mario muestra con sus poemas que corren buenos tiempos para la lírica, y consigue apelar a quien los lee, de manera que alcanza con éxito el objetivo de la poesía en lo que tiene de trabajo del genio que crea el mundo (poiésis, poiéin - creación, crear), como ya hemos podido comprobar en algunos de sus poemas aparecidos en la revista cultural Turia y en sus reflexiones acerca del tiempo con motivo de la exposición Raíles de Tierra, cuyo catálogo se convirtió en documento poético y visual condenado a dormir el sueño del silencio del fracaso que describe. El sueño del báratro.


lunes, 25 de mayo de 2009

LA GUERRA POR PARTES


No sé si el recuento de la guerra civil pertenece sólo a quienes la vivieron (lo preguntó Antón Castro en una entrevista más o menos reciente que publicó en su ciberdiario), pero la lectura de Partes de guerra, una edición de relatos que ha compilado Ignacio Martínez de Pisón, narrados por autores que escribieron desde distintos ángulos de la misma realidad, seguramente viene a confirmar que muchos crecimos entre los recuerdos de aquellos días trágicos que tal vez se apoderaron de nuestros sueños y de muchos de nuestros recuerdos infantiles.

Con frecuencia, tal vez porque algunos de los que los hacían presentes en aquellas sobremesas prolongadas ya no están entre nosotros, regresan las noches de historias de la guerra contadas por personas que las vivieron en su infancia, y que por tanto se convertían de alguna manera en relatos contados de niño a niño, con esos ojos grandes de la inocencia que ve mucho más allá de lo que ella misma cree, y que tal vez con la edad andan un poco desenfocados, quién sabe.

El relato de Pere Calders que aparece en esta antología (Las minas de Teruel), un entonces joven catalán destinado como cartógrafo a la zona de Teruel durante aquellos días, me sirvió como excusa para preguntar, una vez más, sobre algo que había oído contar tantas veces: la construcción de las cuevas en las que la población se refugiaba durante los bombardeos, las relaciones entre vecinos, el miedo y el sueño en los refugios, la estancia en la Comandancia, el recuerdo de aquella joven, después maestra muy conocida en Teruel, a la que la guerra pilló en plenas labores de ajuar y regalos de boda que el cerco de la ciudad obligó a posponer, y que gritaba porque creía que oía picar a los mineros que se acercaban, y nadie le hacía caso. Siempre se dijo que la ciudad vieja estaba perforada y se propagaron leyendas, tal vez realidades, acerca de la longitud de los pasos subterráneos que comunicaban puntos lejanos de la ciudad durante su asedio, y el recuerdo de aquellos momentos se hizo compañero permanente de quienes lo vivieron con la nitidez que proporciona la infancia.

Mi madre siempre repitió que muchas noches, al cerrar los ojos, veía la cara del miliciano que la sacó a ella y a sus hermanas de la cueva de la calle Ripalda.

lunes, 18 de mayo de 2009

ALCHU GEZER NAU





Desde que tengo uso de razón, tampoco hace tanto de esto (y además lo de usar la razón anda ahora un poco tocado del ala) vengo oyendo hablar de la televisión pública española, de su salud económica, del agujero presupuestario, del dinero que le inyecta el Parlamento y del abuso que supone la doble financiación porque también emiten publicidad. De momento, parece que TVE va a prescindir de anuncios.

Ojo, que públicas son muchas televisiones en España. La 1, la 2, las autonómicas, el canal de noticias y el canal temático de deportes de la televisión digital terrestre. También el canal internacional que para muchos extranjeros es la imagen de nuestro país, por no hablar del cine de otras cadenas que pagamos entre todos vía subvenciones.

También se habla del papel de la televisión pública (las nacionales y las autonómicas, la nuestra también) en las transmisiones de acontecimientos deportivos. Se habló de que aquellos casos que suscitaran interés nacional (no sé si lo de nacional sería un término político, o simplemente tenía en cuenta el porcentaje de la población al que le interesara), correrían a cargo de la televisión pública, la única que garantizaba la cobertura de todo el territorio nacional. Vete a algunas sierras arrinconadas por el capricho de las ondas, y pregunta.

Pues bien, de momento, la pública se deshará de la publicidad, y parece que se prevé quién y cómo tiene que pagar. Ahora, por la calidad, no hay más remedio. Cada cadena a su nivel, trata de vertebrar territorios, informar, entretener y será discutible si hacía falta tanto aparato para el tiempo que se dedica a lo propio, y si es aconsejable tirar de tanta superproducción, cine y series extranjeras, o si realmente lo que se quiere es detentar una cuota de poder, el cuarto poder lo llaman.

Pues bien, TVE lleva una temporada anunciándose con una canción en inglés, que oí el otro día cantar a un crío en la Glorieta… alchu gezer nau… ¿Te suena? Pues nada, buena imagen de sumisión al imperio de la cultura anglosajona este de andar dando todo el día la brasa con una canción en inglés. Para todos los públicos. ¿Harían lo mismo la BBC, la RAI o la televisión francesa? Imagina.



sábado, 16 de mayo de 2009

SIMPLES BUENAS PRÁCTICAS



Basta un paseo por Teruel, sin más pretensiones que estirar las piernas y despertar a la realidad que nos rodea, para insistir en la necesidad de algún tipo de reglamento, ordenanza, o código de buenas prácticas (éste sí que sería un eufemismo) que ayudara a quienes incumplen las mínimas reglas de convivencia cívica.
Cada vez que saco a colación la necesidad de ordenar (poner en orden, dar órdenes, subordinar el comportamiento al bien común –sub orden, supongo que tendrá que ver con someterse a algo-), alguien, bienintencionado y un poco amigo de la ingenuidad que propugnaba Rousseau, me dice que sí, pero que es cuestión de educación, que hay que preparar a la gente para que no se comporte de manera poco cívica. Está bien, respondo, pero dime qué hacemos con los que ya mean, pintan, manchan, destrozan, hacen ruido, se olvidan de recoger lo que el perro deja caer y demás. Quién le pone el cascabel al gato, si es que se trata de poner un cascabel.
Se instalaron cámaras en rincones estratégicos con la finalidad de proteger los (algunos) monumentos que todos apreciamos y no deseamos ver manchados, pero la convivencia ciudadana depende de la buena voluntad de todos, y como todos no tenemos la misma voluntad (no diré si se trata de buena voluntad o no, sólo me remito a las consecuencias de los actos propios), habrá que poner orden.
Y si se trata de sancionar, que se sancione. Hay que hacer respetar la limpieza, el descanso ajeno (que no es ningún capricho), el decoro de los espacios públicos. Los particulares, y también las empresas, incluida la casa común de todos, que es el Ayuntamiento, que deberá ir pensando en horarios y maquinarias que respeten al ciudadano.
Así andamos. También en la Vaquilla. Me contaban que en Pamplona está prohibido en fiestas orinar en la calle (se sanciona), o utilizar megáfonos (se retiran). Por ejemplo. Y en ciudades de otros países, se avisa. La multa, como muestra la foto, es una amenaza. ¿Qué se actúa por miedo? No hay más remedio, cuando no lo hay.
El grafitti, de la puerta del parquin de San Martín. Ni te cuento cuánto tiempo lleva allí... A propósito, ¿a cuánto está la libra?




miércoles, 13 de mayo de 2009

UNA DE LEONES


Escribo estas líneas hoy, 13 de mayo, miércoles, cuando faltan unas horas para el comienzo de la final de la Copa del Rey de fútbol en Valencia.

Si no lo sabías (porque el fútbol no te gusta, milites o no en el sector de la sociedad que ha llegado a odiarlo por su presencia en los medios de comunicación), jugarán el Barcelona (el del dos-seis al Madrid del otro día) con el Bilbao (el equipo que sólo alinea jugadores vascos y como mucho navarros). Pongo estas líneas porque esta mañana, al salir de casa, me ha sorprendido encontrarme en la plaza del Seminario y en la del Torico con grupos de aficionados bilbaínos que andaban como despistados por las calles del centro histórico de Teruel.

Me han contado que también andaban por el Óvalo y por las cercanías de los hoteles del Ensanche. Y no todos eran jóvenes. Una señora preguntaba por una administración de lotería (ya sabes, aquella costumbre tan española de comprar lotería en una ciudad distinta de la que habitamos, por si resulta que la suerte nos evita por cuestión de fronteras territoriales).

Pues eso, que les he hecho un par de fotos discretas, no fueran a molestarse, que uno es muy mirado, y me han venido a la cabeza imágenes de la infancia, cuando el Bilbao ganaba las copas, del Generalísimo y luego del Rey con más frecuencia que las ligas, y muchos niños, jóvenes y mayores eran seguidores del club vasco en tardes interminables de radio (radio en mano, sin pudor, no había auriculares, seguro que también lo recuerdas). Hablaban por sí mismos los pósters del As y del Marca de muchas paredes, y seguíamos con atención las imágenes de la moviola del Estudio Estadio de los lunes por la tarde, entonces era impensable ver las imágenes el mismo domingo, se necesitaba tiempo para revelar la película en la que se grababa todo.

No diré que me haya dado un ataque de nostalgia. Simple recuerdo. También del Bar del Cine Marín, centro entusiasta de bilbainismo y discusión futbolera. Teruel, tierra de paso, una vez más, que mira al Levante.



lunes, 11 de mayo de 2009

COMO SENTENCIADOS



Cuentan los periódicos estos días que ha aparecido escondido en una botella un trozo de papel en el que varios prisioneros del campo de concentración de Auschwitz escribieron sus nombres y lugares de procedencia, junto con sus números de identificación dentro del campo de exterminio. Al parecer, aunque no se ha desvelado cuál o cuáles de ellos pudieran ser, algunos podrían vivir todavía hoy. Cómo me gustaría detener la mirada en los ojos de estos ancianos, aquellos niños del pijama a rayas olvidados, y leer en ellos lo que pudieran sentir al recibir la noticia del hallazgo de su mensaje.

Es nuestra historia. Cuando el mal se adueña de la vida y se hace con el destino de la existencia individual, el hombre se convierte en náufrago que no puede más que observar el vaivén de unas olas que carecen de sentido, se aferra a la botella de cristal que ha de perpetuar su memoria, seguramente un acto absurdo para muchos en su momento, pero verdadero aldabonazo para la conciencia del hombre de hoy, que tal vez trivializó la barbarie que no hace tanto que nos visitó. Lo escribió un poeta hace años:

Y como sentenciados,

a espaldas de las horas despiadadas,

al viento confiamos

clandestinos mensajes, testimonios

de que pasamos, de que comprendimos

y tuvimos un breve señorío

para que nadie pueda

confundirnos mañana con la nada

Releo el testimonio de Primo Levi (Si esto es un hombre), una pena que nunca lo abandonó, y me consuela Víctor Frankl con el relato de su experiencia (El hombre en busca de sentido). Y lo hago porque la estética del cine con el que nos criamos tal vez no sea el mejor antídoto contra este virus que también muta.

jueves, 7 de mayo de 2009

PERDIENDO PESO




Está claro que hay temporadas en las que esto no da más de sí. En cuanto pasa la Navidad y se acerca la primavera, todo parece que va mucho más rápido, hasta llegar al agosto de calles vacías en horas de hierro. Todo precipita, un término muy gráfico que nos proporciona la química, según me comentó en un capazo ese amigo de ciencias que todos tenemos, y que nos explica el mundo a quienes no somos ni de ciencias ni de letras.

Somos seres estacionales, funcionamos según el orden del curso escolar, sea por nuestra profesión (mi caso), por la edad de los hijos, sea porque durante el año (todos, me temo, con hijos o sin ellos) añoramos la llegada del verano y sus vacaciones (sí, ya sé que lo he dicho aquí y en otros lugares: prometí hacer un día apología de las vacaciones de dos meses). Por eso, como todo parece que se acelera conforme asoma el final del curso, también se acumulan las tareas que nos gustaría hacer o los libros que desearíamos leer y que con frecuencia se mantienen en fiel espera sobre una mesa, un estante o agazapados en cualesquiera sitios inconfesables que acogen nuestros ratos de lectura.

A mí me ha pasado con los libros de historia de Aragón, que me gustaría leer despacio para retener datos, personas y sucesos, llevado por esa curiosidad que da el apego a la tierra. Y me asombro, cuando (re)leo alguno de estas obras que, lejos de hacernos añorar tiempos pasados, tal vez deberían ayudarnos a entender qué presente deseamos.

Estamos perdiendo peso. Un ejemplo. El paso pirenaico a Francia por Canfranc ha dejado de ser una reivindicación histórica y parece que se acepta una nueva demora sólo para pensar qué se hará, mientras se llevan el gato al agua los territorios de los extremos del Pirineo, que engordan, no sé si a nuestra costa, que aquí funcionan los vasos comunicantes, y lo que se lleva uno es a costa de otro, que la tarta es siempre la misma.

Vienen las elecciones europeas (con circunscripción única, muy significativas desde el punto de vista regional), y es lamentable el poco peso de nuestra comunidad en algunas listas de candidatos, en momentos en los que se premia la variedad (hecho diferencial lo llaman) y lo de aquí siempre se decidirá allí. Seguiremos una temporada más a dieta, pero no te fíes, el fiel de la balanza en la que te pesas no es de fiar.

lunes, 4 de mayo de 2009

DEJEMOS HABLAR AL TIEMPO









Dicen los primeros versos de aquel viejo poema gastado por el uso y por la cita fácil que abril es el mes más cruel, “hace brotar lilas del interior de la tierra muerta, mezcla la memoria y el deseo, estremece las raíces marchitas con lluvia de primavera”. Por eso me da la impresión de que en esta tierra que vacía las calles durante la estación larga del otoñoinviernoprimavera (todo junto, a veces no se distingue una estación de otra, ya sabes lo que dicen de las dos estaciones de Teruel), nos alegra la llegada del mes de mayo, tan cargado de símbolos (la otra noche oí cantar los mayos en la lejanía), que parece que se nos dará la oportunidad de volver a comenzar una vez más a seguir lidiando con esto, a veces una aventura, esto que llamamos vida.



Y es un consuelo volver a oír lo de siempre en alguna de esas canciones que regresan una y otra vez a la memoria (se apoderan de ella sin que el interesado se dé cuenta), como aquella que tararea el amigo, que asegura que la tonadilla le persigue a la mínima que se descuida: “después de pasar un largo invierno se agradece ver el sol, el nacimiento de una flor”.


No es que me guste hablar del tiempo, vengo de familia de pronóstico escéptico: “- Abuelo, ¿tú crees que va a llover? – A la noche te lo diré”, tema socorrido que ayuda a evitar una conversación más a fondo, pero estaremos de acuerdo en una cosa: vaya invierno (y comienzo de primavera) húmedo y nublado hemos tenido / estamos teniendo, que nos ha obligado a buscar la tranquilidad del alcabor, lugar al que todos deseamos llegar y que nos permite ver la vida desde la barrera, sobre todo cuando la arena que soporta nuestro día a día se chopa y el barro que chapoteamos nos hace creer que nos hundimos.


Vuelve el sol, esperemos. Prometen abundancia de flores (y de polen, asmáticos y alérgicos, temed, temamos), pero nos queda el consuelo de una cosa. Volvemos a tomar la calle. Las horas de luz, prolongadas, nos hacen bien, y se agradece ver el sol, el nacimiento de una flor. Se lo repite la canción al amigo, cada vez que el pobre se descuida y divaga por esos mundos que cree que sólo él conoce, en sus paseos reglamentarios. Un consuelo que piense esto, porque el poema del principio hablaba de la desolación de una tierra baldía, y aquí me temo que somos de natural optimistas, pese al escepticismo del pronóstico del tiempo: a la noche te lo diré, que a mí, el tiempo que me obsesiona es el otro, el que pasa sin piedad.