sábado, 30 de octubre de 2010

TRUCO O TRATO





Llega el fin de semana de Todos los Santos. Amanece un día nublado, triste, hace mucho que no llovía por la mañana en Teruel, y parece que el tiempo no nos va a dar el respiro que nos permita ir con tranquilidad a recordar a nuestros seres queridos, como si unas flores o un paseo por el cementerio nos fuera a aliviar del sentido de orfandad que todos tenemos y que la edad seguramente acentúa.


De un tiempo a esta parte parece que se apodera de la fecha esto del Halloween del que más de uno sacará tajada, como si fueran éstos días propicios para la horterada gore de una globalidad que nos hará olvidarnos de dónde venimos, cuando tanto se habla de identidad y nos encontramos con que a la vida aparentemente apacible del Teruel que duerme mientras el gris se apodera de sus plazas y de sus calles le ha salido al encuentro la camarilla de la noche de Todos los Santos que, desafiante, con el cesto el la mano, tal es su voracidad, toca a la puerta y nos espeta un exigente “truco o trato”.


Algunos dirán que ya lo sabían, otros que lo veían venir, otros parece que se alegran porque ven el camino despejado para sus ambiciones, pero Teruel amanece sin perspectivas, con el sillón de la Alcaldía que cojea más de lo que venía cojeando desde las últimas elecciones. Cosas de pactos, apaños, vendettas familiares y decepciones a las que todo el mundo tiene derecho.


Truco o trato, ya se sabe. Y la ciudadanía, sin saber quién es Abel ni quién es Caín.

El ciudadano de a pie, el pagafantas de toda la vida, a quien nunca se le ha consultado lo que piensa, se ha vuelto a quedar con el culo al aire, como si unas elecciones de listas cerradas, herméticas, selladas, equilibradas mediante pactos difíciles de sostener (tente-mientras-cobro) reflejaran su sentir. Pasea por el gris que nos rodea (nadie le ha preguntado por su modelo de ciudad), bien de interés cultural tras más de tres décadas de espera, y ve que sus servicios, la gestión del día a día de sus necesidades más próximas, queda en el aire. Pendiente del truco o trato de este Halloween global, horterada gore que nos persigue, que nos mantendrá en vilo hasta pasado el verano próximo.



Truco o trato. Quién es Caín, quién es Abel.

domingo, 10 de octubre de 2010

Profe, profe, una pregunta...






Servidor no hizo huelga el pasado día 29 de septiembre. No sé si tenía motivos. Tal vez sí, si es que la huelga ha de ser la manera de manifestar mi desacuerdo con lo que puedo (y de hecho considero) considerar una injusticia, una sucesión de errores de quienes toman decisiones que incumben a mi bolsillo, a mi actuación como consumidor / ahorrador / inversor, y a mi condición de ciudadano (en ete caso, contribuyente).


No he hecho huelga nunca, no sé si será porque he tenido la suerte de vivir una vida holgada: nací en el primer mundo, mi generación llegó a España con un pan debajo del brazo, pude estudiar en la universidad porque las condiciones que a otros se lo negaron a mí me lo permitieron, accedí al mercado laboral en el momento adecuado y además, contra todo pronóstico (de esto ya te contaré, me pasó por estudiar Letras), pude elegir dónde y cómo iba a trabajar. No sé si (o cuánto) puse de mi parte, pero aquí caí, en una profesón que (desgraciadamente para nosotros, al decir de tantos) contiene un alto porcentaje de savia vocacional, la enseñanza, aunque no es ésta palabra adecuada, porque con tanto cambio de ley y programa educativo, no sé si ahora enseño, educo o simplemente ayudo a que quien aprende (si es que de aprender se trata) a llevar a cabo las competencias que quienes diseñan los planes escolares consideran más importantes, convenientes o necesarias.


Y estos días he oído de todo. Que pagamos la crisis que otros crearon. Que la cosa está así porque gastamos más de lo que podemos (no sé si el nosotros se refiere a los seres particulares o a los gobiernos, estados o similares. Que se despilfarra el erario público, sin pensar que esto de la economía, como la vida misma, es cosa de ciclos. Que quienes demandan servicios de primera tendrán que pagar de primera. Que quienes representan a los trabajadores están en la pomada del juego político y sirven o no al gobierno de turno según sus intereses (o sea, el número de liberados, las subvenciones estatales y los cursillos que les concedan).


Sólo sé que aquí, como está empezando a pasar en otros aspectos de la vida, la cosa iba por un lado, y la vida real por otro. El día de la huelga, salvo los temores de las grandes ciudades de la víspera y los medios de comunicación, fue poco distinto de un día normal.


Y la crisis, lo que ha de venir, sigue su camino. Sea un problema global o cosa de aquí.


Me preocupa la foto que he subido hoy: con la que está cayendo, alguien sonreirá, seguro.


De entrada, no hice huelga. No por un recorte salarial. Tampoco por una crisis que no seré capaz de comprender, seguramente porque no me voy a fiar de quien me la explique. Sí me apuntaría a una buena movida si de una vez alguien me pidiera que ayuda para tratar de cambiar lo que veo cada día en el mundo de la enseñanza, educación, (in)competencia, o como ahora le quieran llamar a lo que hago cada día.


Por eso, cuando me preguntaron en clase por qué no hacía huelga, contesté: para mí es más importante que tú hoy tengas clase, un derecho que no deseo evitarte. Efectivamente, no coló.


Desconfío, me agarro a un escepticismo que no sé si será sano. De todo esto, alguien saca una sonrisa. Y tajada.