lunes, 31 de octubre de 2011



Escribo estas (pocas, cada vez menos frecuentes) líneas mientras se me cruzan en los oídos y en las vísceras más inconfesables elementos contradictorios: suben y bajan en el ascensor de mi casa, corriendo por los rellanos, grupos de niños que llevan la tarde dando el coñazo con sus gritos de truco o trato: es cuestión generacional, lo sé, yo también lo habría hecho si tuviera su edad. Ellos tal vez se pierdan otros elementos que forjaron el andamio sentimental de mi generación, y vete a saber si serán más felices y mejores personas. No lo pongo en duda.

Este ruido de fondo (coñazo lo he llamado, en cualquiera de las acepciones que felizmente recoge el Diccionario de la Academia: persona o cosa latosa, insoportable; golpe fuerte), este ruido de fondo, decía, convive, con la representación que llega a mi ventana de la del Tenorio, bendecido este año por la bondad de una temperatura agradable que ha traído a muchas personas, me temo que esto también es cuestión generacional, hasta la Plaza del Seminario.

En fin, el debate está en el ambiente: lo que nunca ha sido tradición en España llena ahora escaparates, ascensores y rellanos y lleva camino de hacer olvidar celebraciones que nos llegan muy hondo. El negocio es el negocio. También el sentimental.  Habrá quien piense que reclamar esta tradición es caspa: da igual, en cien años, todos calvos, y fuera caspa. Eso nos lo recuerdan pasado mañana.

sábado, 22 de octubre de 2011

Pasar rozando


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Venga, va, vamos a ser, una vez más, superficiales: a pasar rozando lo importante, sin entrar en profundidades, que de eso se trata.

Dentro de la solemnidad de la entrega de los Premios Príncipe de Asturias, sin discutir si la designación de los galardonados es justa o no, veo el resumen del acto, y me llama la atención un detalle que no pasa desapercibido. En el segundo 55 (quincuagésimo quinto, digo yo), se saludan los representantes de la Royal Society (lo confieso, no había oído hablar de ellos en mi vida, como de tantas otras cosas), y nos dan un mensaje.

Hay que reírse. Y mucho. También cuando parece que tomarse la vida con humor es algo superficial, pasar rozando lo importante, sin entrar en profundidades, que de eso se trata.

jueves, 13 de octubre de 2011

Nos vemos en la Cabalgata



Cuentan en Teruel, ciudad más segura de España, referente del hombre del tiempo durante años, recuerdo de las heladas de la generación que vivió una guerra allá arriba en la Muela, que aquí, las pocas cosas que hay, coinciden siempre el mismo día. No voy a poner ejemplos, seguro que alguna vez te ha tocado decidir por qué concierto, presentación de libro, procesión o similar te ibas a decantar.

El caso es que ya ha pasado todo lo que tenía que sacarnos de casa (otro de los tópicos de esta ciudad: dónde se mete la gente en invierno, qué pasa después del Jamón), y no nos hemos de ver hasta el día de la Cabalgata de Reyes. Pues no queda poco.

Preocupan los números: hay que traer gente. Estas calles no pueden quedarse vacías, por mucho que el Barrio de San Julián se anime ahora a subir al centro tras años de aislamiento, y en el próximo San Antón ya no tengamos excusa para subir y bajar a las hogueras cuantas veces queramos, que el ascensor tiene buenas tragaderas (diez mil visitantes en los primeros días, ahí es nada).

Números. Cuanta más gente venga, mejor. Ciudad de congresos, excelencia turística, parque temático incluido, motos, ruido y humo, Semana Santa de interés turístico, Vaquilla en continuo proceso de redefinición. Hasta el tiempo parece que ayuda desde hace poco: las terrazas no tienen más remedio que echar humo, también en invierno. Números, que venga gente.

Un parche, otro parche, una idea genial, otra actividad, lo que sea, hay que dinamizar, mover, mantener la inercia, esta es la industria local y hay que aprovechar.

Y echamos de menos los proyectos de los que se habló en tiempos, cuando doblar la población, la de verdad, la que se queda a vivir aquí, era un reto, y se hablaba, y se prometía. Malos tiempos vienen, en ellos hemos vivido siempre, también cuando nos protegía una burbuja que nadie estaba dispuesto a admitir que un día podía reventar, así que nos vamos a creer poco de lo que se promete.

Grandes números, turismo, tenderetes, inversiones (g)astronómicas que se quedan en proyectos difíciles de digerir. Números.

Nos vemos la noche de la Cabalgata.

jueves, 6 de octubre de 2011

Octubre: al borde


Llegó octubre. Copio algo que leí este verano, cansado de recorrer caminando senderos que hace (ya unos cuantos, muchos) años se mostraron amables a un trote lento y siempre grato. Pasan muchas imágenes por la cabeza de quien disfruta de la carrera lenta.  También el examen de la vida propia.

Debería dirigir la mirada hacia mi interior. Lo intento. Es como asomarse a un profundo pozo. ¿Veré en él algo de deferencia hacia mí mismo? Pues no, tampoco. Lo único que se ve allí es mi naturaleza de siempre: individualista, testaruda, falta de compañerismo, a menudo egoísta y, aun así, poco segura de sí misma y que siempre intenta encontrarles la gracia (o algo parecido) hasta a las situaciones más penosas. Ya he recorrido un largo camino con ella a cuestas, como si fuera una vieja bolsa de viaje. No la acarreo porque me guste. Para lo que contiene, pesa demasiado, y su aspecto tampoco es nada del otro mundo. Además, también está llena de rotos y descosidos. Simplemente, no había por ahí otra cosa, así que no he tenido más remedio que traérmela a ella. Pero, en cierto modo, también le he tomado cariño. Por supuesto.


Haruki Marukami
De qué hablo cuando hablo de correr