sábado, 27 de abril de 2013

Placeta


La pasada Vaquilla, ninguna volverá a ser como aquella, de eso estoy bastante seguro en días de incertidumbres, andaba yo en un ir y venir de la Peña El Puchero a casa y de ahí al otro lado del Viaducto, como siempre hemos llamado los de Teruel al Ensanche de la ciudad, barrio ecléctico que en mi infancia quedaba tan lejos. 
Y en un momento relajado de los tantos que la fiesta nos ofrece, se acabaron juntando los chicos de la placeta, aquellos críos que vivieron en los alrededores de la Plaza de los Amantes, y que ahora se ven solo de vez en cuando y se saludan haciendo un guiño a recuerdos de aquel espacio que entonces les pareció enorme y que daba tanto de sí. Yo, que no vivía por allí, me apuntaba a jugar a fútbol mientras esperaba a que mi padre saliera de La Sucursal a mediodía. 
La plaza ha pasado los años olvidada, viendo cómo cambiaban sus alrededores y su día a día se agotaba en la espera. Lo que entonces fueron corrales ha desaparecido, y el edificio abandonado se ha convertido en un ventanal amplio; San Pedro y el Mausoleo de los Amantes encontraron su forma definitiva, el patio de luces del edificio que da a la calle del Pozo se convirtió en centro multiusos con oficina de información incluida, pero la plaza, lugar de paso, escaparate abochornado de la ciudad, sigue siendo algo pendiente. 
He pasado estos días por la placeta. Es lugar de paso, no es lugar de visita, pero un día se le hará justicia. Y se adecentará. Del verbo adecentar: poner decente, limpio y en orden. Que nos jugamos mucho. 

Postdata
De aquellos días de juegos infantiles, nos han dejado ya algunos amigos. Se fue Pipo hace tiempo, también Manolo, y estos días atrás nos dejó Javier González, compañero de colegio desde los días de Las Navarretes y Las Viñas, y tantas veces después, amigo que echamos de menos por su alegría, su sencillez y tantos detalles que pasaron inadvertidos a lo largo de su vida. 
Sin él, la foto de los chicos de la placeta ya no será la misma. No faltó la audacia de quienes le dedicaron esta canción al final de su funeral, una aparente contradicción que resume tantas cosas, y que Javier tarareaba con tanta frecuencia, como para recordarnos que no deseaba dejar de escucharla.

martes, 23 de abril de 2013

Pulmón



Se ha presentado en sociedad el proyecto de recuperación de los Monotes, el área ahora degradada que se dedicó a la extracción de las arcillas de Teruel. Enhorabuena. Teruel se merecía un gran parque, un pulmón, se dijo en el acto institucional. 

Nos contarán que, en época de crisis, es un gran proyecto, porque no le cuesta un euro a la ciudad, aunque a estas alturas ya todos sabemos que gratis no hay nada. El dinero público no es gratis, y lo pagamos, y bien. También los fondos europeos. Que no le cueste dinero al Ayuntamiento, que le cueste poco a la administración autonómica, que a Madrid le pase solo rozando, vale. Pero el contribuyente contribuye aquí, allá, y en Bruselas. Nada sale por generación espontántea de un vacío incógnito, ninguna decisión es gratuita. 

Mi felicitación a una ciudad, a unos ciudadanos que asumen las servidumbres del centro histórico (por qué si no, no hay apenas árboles en el centro), que ya han perdido varias ocasiones para disfrutar de zonas verdes, aunque fueran pequeñas en comparación con lo que se anuncia que viene. La Plaza de las Monjas (¿recuerdas aquellos otoños de montones de hojas a la salida del colegio?), la Plaza del Mercado (lugar ahora de frialdad alucinante), los jardines de la Plaza de San Juan y su fuente en paradero desconocido, o los de la Glorieta, que pasó a peor vida, cuando se coronó el gris ciudadano en lo más alto y desterró las esculturas de la fuente al Polígono de la Paz. 

Llega un gran parque ciudadano, fuera de la ciudad. Los Jardincillos y el Parque de los Fueros, ahora que viene el buen tiempo, hacen un gran papel. Ahora llega el momento de que quien planea, diseña, gasta, lo haga con la cabeza. Y pensando en los usuarios. 

Habrá que consultar con los ciudadanos, también con los técnicos. Y con los profesionales de la salud: el impacto de un parque puede ser también perjudicial para la población que padece de alergias. Los alergólogos algo tendrán que decir. Cada baja laboral con motivo de una crisis alérgica, junto con la medicación necesaria, tiene un coste, personal y económico, paga la persona de baja, que ve disminuidos sus ingresos sin tener ninguna culpa, paga la sociedad la cobertura sanitaria. 

A ver si ahora todo queda muy bonito y resulta que un parque puede en realidad ser oneroso. Y no hablamos de dinero, ya sabes.

viernes, 12 de abril de 2013

historia(s)



(Foto: Amparo Hernández Estopiñán)

 
Storia è una parola grossa (…), 
non è una bestia che si può addomesticare.
(Antonio Tabucchi, Sostiene Pereira)



Huyo de los libros sobre la guerra civil, aquella guerra de las historias que nos contaban y que solo de mayores, ellos y nosotros, descubrimos que el tiempo había de poner en su sitio. De vez en cuando caigo, y no te creas que saco muchas cosas en claro. Otras sí. Encontrar la figura de Luis Lucia, una de esas casualidades de la vida, conocer a algunos de sus familiares y al autor de su biografía fue una suerte, suerte en el sentido original del término, que algo tiene que ver con sorteo. Te cae a voleo. También descubrí (lo leí más tarde) que la historia no es una bestia que se pueda domesticar.

Acabé hace unos días Ayer no más, de Andrés Trapiello, una historia reciente que algo trae a propósito de la guerra (si no todo, en esta España que nos agita), con la memoria de la historia y con sus interpretaciones, aunque te confesaré que no me acabo de aclarar, seguramente por ignorancia, o porque el tiempo no me da la perspectiva necesaria. Historia es una palabra que nos viene grande, seguro.

No sé si soy el único que tiene la sensación de estar viviendo (no me atreveré a decir protagonizando) un momento histórico. Les debe de pasar a todas las generaciones: les toca vivir momentos que aseguran que la humanidad no se para. A nosotros también nos tocó. La muerte de Franco señaló el paso de la infancia a la adolescencia de mi generación. Vivimos familiarizados con una inflación espeluznante, una industria arcaica, una tasa de paro inaudita, un terrorismo feroz que mantenía a nuestro país abierto a una incertidumbre turbadora. Constitución en pañales, sistema político endeble, personalidades políticas con personalidad y fortaleza demostrada, capaces de decisiones y encuentros, también un rey joven que arbitraba y reinaba sin gobernar. Entramos en la madurez y todo aquello también se ha hecho mayor. Reina el desaliento, no nos fiamos de nadie y el momento del cambio se hace evidente y nos inquieta. Madurez, digo. Que la historia, palabra grande, no es una bestia que se pueda domesticar. No ha de perder las riendas para desbocarse.


La biografía de Luis Lucia me parece reveladora:
Vicent Comes Iglesia
En el filo de la navaja: Biografía de Luis Lucia Lucia (1888-1943), Biblioteca Nueva, 2002 

 

martes, 2 de abril de 2013

Aleluya(s)


(Foto: Amparo Hernández Estopiñán)

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Parece que han cuadrado los números de la Semana Santa de Teruel, no ha llovido lo que parecía que tenía que llover – la meteorología sigue siendo todo lo inexacta que nuestra supervivencia exige – y leemos que todo el mundo está contento. Los números entonan su aleluya particular. Hostelería, instituciones, cofradías. Aquí se salvaron las procesiones, y se disiparon los temores. También el temor a que la procesión de Viernes Santo fuera larga y con parones añadidos. El Obispo, de natural discreto, hizo parar cofradía por cofradía al pasar por la Catedral para rezar el Credo, motivo de fondo del Año de la Fe, y entre todos, cofrades y peaneros, aviaron una procesión esperada y anticipada por nubarrones realmente dolorosos. Un día recuérdame que te cuente dónde vienen anécdotas jugosas de procesiones, algo que siempre ha sido difícil de organizar.

Vuelve la normalidad a la ciudad de Teruel, siguen las nubes (costumbre inalterada de amenazar también el Sermón de las Tortillas), la carpa sigue ahí, en la plaza del Seminario, perezosa, tal vez porque sospeche que es su último año aquí. Resulta que ahora que no hay dinero nos vamos a dar cuenta de lo caro que resultaba tener los pasos de la Semana Santa en una nave alquilada para gastarse un pastón luego en tenerlos una semana bajo apariencia de peña vaquillera, entre plásticos que afean su carácter de fiesta de interés, turístico, nacional, cultural, religioso y festivo.

Ahora resulta que sí que va a haber espacio en San Martín, otro edificio que pasa vacío el año y alberga solo de vez en cuando exposiciones que nos hielan el alma. No otra cosa puede suceder en una iglesia olvidada de la mano de Dios que ofrece el costado al norte de tantos meses de cierzo.

Lo que no ha podido el debate de la calle – se habla mucho mientras se espera la salida de las procesiones – lo han de conseguir las apreturas de los presupuestos públicos. Si es que…

Comentarios no han faltado todos estos años. La belleza de los pasos, asociada al fenómeno tan difícilmente explicable de sentimientos profundos que en muchos casos tienen que ver con la infancia o con recuerdos familiares, se ha visto afeada todos estos años por la salida desde la carpa de la plaza del Seminario. Felizmente, si la cosa no cambia, volveremos a las angosturas de la puerta de la iglesia de San Martín, a la belleza de un rincón de Teruel que ha de recuperar el esplendor que le negó la voracidad de aquella otra pasión de inversiones estériles que nos llevaron donde nos llevaron.

También lo ganará la torre mudéjar, que durante esos días volverá a ser patrimonio de la humanidad: se podrá fotografiar todo lo larga que es, como siempre. A cada uno, lo suyo.