sábado, 29 de junio de 2013

San Pedro y San Pablo, fiesta entonces



San Pedro y San Pablo, día de fiesta en la infancia, primer día de baño en el río. Se agolpan los recuerdos, aunque hace tiempo comprobé que ni el pozo del cruce de carros era tan profundo ni el río tan ancho. Comenzaba una temporada larga, lenta, densa, que nos hacía madrugar y nos tenía ocupados. Supongo que a nuestras madres, sobre todo. Y me quedo, perdona los colorines de la foto, con unos versos que se me cruzaron, y que guardo para tirar de aquellos recuerdos, porque siempre encuentro alguien que sepa decir lo que a mí se me embota en la memoria.

Ahora que lo dices creo
que llevas razón. Las cosas no son tal y como
aparecen. Hay muchos recovecos
inadvertidos. Estos pobres juicios
van a ciegas, tentando como un ciego
sin báculo la oscuridad. Por dentro
hay como una iluminación. Si remueves,
tras las cenizas quedan ascuas vivas. 


José Antonio Muñoz Rojas, Dedicatorias y divertimento (1940-1970)

lunes, 24 de junio de 2013

Reinventarse. Cuestión de audacia.




El tiempo ha de ser el gran colaborador de los escultores.
Victorio Macho, Memorias.

No sé por qué decimos que corren malos tiempos. Menuda metáfora: los malos tiempos se muestran eternos, son pesados, hacen sufrir, no pasan como un suspiro, un visto y no visto que se refleje en la retina durante unos breves segundos y que la memoria se encargará de ir poniendo en su sitio o, más probablemente, irá deformando según nos convenga.
 
El caso es que los tiempos no son buenos, y quienes se suben a la atalaya que lo permite ver todo ahora, a toro pasado (por qué no se subirían ellos antes para hacernos cambiar a tiempo y no permitir que nos diéramos semejante castaña), aseguran que nos vamos a tener que reinventar. Cambiar, verlo todo desde otro punto de vista, dejar los hábitos anteriores que nos llevaron a esta situación. Como si fuera culpa nuestra, como si fuera tan fácil desprenderse de los hábitos, de nuestro ropaje habitual.

Y si no, te reinventan, que puede ser doloroso.

Al tanto. Aquí, la ciudad que habito sigue con lo de siempre, los mismos debates, los torbellinos de ideas que pretenden revolucionar una ciudad, ahora se dice territorio, lleno de sugerencias y vete a saber si de un vacío más o menos inconveniente, llena de las promesas de siempre, ahora que Valencia y Zaragoza nos quedan tan cerca, para que nos visiten, para que compremos allí.

Mientras, edificios grandes quedaron vacíos, el transporte público sigue gimiendo, hasta el autobús urbano, y se discute una vez más acerca de la fiesta vaquillera, que si se empieza demasiado pronto o demasiado tarde con los preparativos y al final, a falta de proyectos creíbles, no nos queda más ilusión que el recuerdo de los paseos visuales por el Teruel que fue, de la mano de un arquitecto o pasando páginas de un libro.

Reinventarse, cuestión de audacia. Algunos ya han empezado.
 
 

sábado, 15 de junio de 2013

Más vale equivocarse en la esperanza






Ir a ver los lugares de la infancia es una práctica masoquista
Amin Maalouf, Los Desorientados


Me comentaba el otro día, no deja de hacer preguntas que revelan una curiosidad más que incipiente, prometedora, que él no sabe dónde se halla el este, que en su casa es su padre quien dispone la esterilla y él se limita a arrodillarse a su lado para los rezos preceptivos. Le contesté que en las ciudades de Europa, las iglesias (las viejas, esto lo han cambiado más tarde), son una buena manera de orientarse, un GPS infalible: los altares siempre han estado orientados hacia la salida del sol.
De ahí que siempre en esta parte del mundo hayamos deseado orientarnos (mirar hacia el este, el punto del sol naciente – naciente es traducción de “oriente”, de orior, nacer en latín). Y quien pierde el sentido de su vida, el lugar hacia el que mirar, tenga o no un padre que se lo indique, andará desorientado. Ahora van y dicen desnortado: pues no hay poca diferencia entre mirar hacia el norte y mirar hacia el este.
Ando estos días de pruebas de acceso a la universidad, de viajes y apreturas de tantas familias que andan buscando hacia dónde mirar, una orientación segura, con la lectura de Los desorientados de Amin Maalouf, escritor libanés que recibió el Premio Príncipe de Asturias hace tres años, y cuya biografía es más que interesante, recomendable.
El protagonista nos lleva de París al Líbano de su juventud, donde se ha de reunir con los amigos de entonces y sus circunstancias de ahora. Un viaje sentimental que se adentra en problemas que nos afectan a todos, desde la ética y la moral de los negocios, el desastre que para la zona ha supuesto el petróleo, hasta la guerra y el laberinto de aquella parte del Mediterráneo, nuestro mar, Mare Nostrum, hacia la que tantos, lo sepamos o no, de tradición cristiana, musulmana o hebrea, miramos buscando la luz, hasta tal punto que sus metáforas y modos de hablar guían nuestro lenguaje, y en consecuencia, nuestro pensamiento.
Adam, que así se llama el protagonista, anda preocupado por el poder del lenguaje. Le pasa lo que a tanta gente que madura: cree que es el último eslabón de una cadena y piensa que hemos nacido en una época equivocada. La humanidad se está metamorfoseando y le apetece saber qué va a ser de ella. 
Lo cuenta así:
"Siempre me ha llamado la atención el hecho de que el último emperador de Roma se llamase Rómulo, igual que el fundador de la ciudad; y que, en Constantinopla, el último emperador se llamase Constantino, igual también en este caso que el fundador. Por ello ese nombre mío de Adam me ha hecho sentir más preocupación que orgullo.”

Tal vez tenga motivos para hacer el viaje masoquista a los lugares de la infancia ya lejana porque ha descubierto que su vida, pese al pesimismo de su país y de su generación, es en realidad, una carrera de orientación. Volver al nacimiento, al oriente. Lo dice en alguna ocasión: “más vale equivocarse en la esperanza que acertar en la desesperación.”

miércoles, 5 de junio de 2013

Mudo, descuidado, testigo de la historia




Hoy cumple años la Escalinata de Teruel.

Sucede con frecuencia, ves tantas veces lo mismo que apenas prestas atención. Si te pilla de subida (lo sé, nos han hecho creer ahora que tenemos siempre prisa y el ascensor se hace necesario), la vista anda ocupada con el final del trayecto, cuando el jadeo te delata. Si lo ves a la bajada, los ojos se van al esplendor de la Vega. El caso es que no nos detenemos a leer.

Funcionó en su momento el tráfico de influencias, el lobby de Teruel se hizo oír, se movió Carlos Castel y se consiguió una obra pública útil, bella, necesaria y duradera. Cosas de otro tiempo.

Y además, alguien, mudo testigo descuidado de la historia, nos ha de recordar que don José Torán de la Rad fue también el artífice de la traída de aguas a la ciudad de Teruel. 



¿Te detendrás un momentico en la Escalinata? – No te preocupes por la botella: la tiré a la papelera, después de hacer la foto, aunque no descarto que volvamos a recibir a lo largo del día algún otro mensaje de la historia. Quién sabe si en forma de botella.