jueves, 19 de noviembre de 2009

Ordenanzas municipales. Yes, we can.



Hoy, jueves, he encontrado esta noticia en Heraldo de Aragón.
Aquí, el debate y el cumplimiento de la ordenanza hacen que se cumpla la frase, una vez más, de Sándor Márai: "El destino común de los monumentos es que sus pies queden cubiertos de meadas de perro."
Para leer la noticia, tendrás que hacer doble clic sobre el texto.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Edredonia




Al ver dónde terminó el edredón tras la tormenta de viento de hace unos días, me acordé de la película Sopa de ganso, de los hermanos Marx, y del pequeño país centro europeo, Libertonia (Freedonia, en la versión original) que sufre intentos de anexión por vía matrimonial una vez que ha fallado la revolución.


El consulado de Edredonia, país frío pero acogedor, seguro.

domingo, 15 de noviembre de 2009

VIRUS




Vaya semana. Rodeado de virus. En el Chomón, segundo de la ESO diezmado por la gripe (tampoco fue para tanto, otros centros estaban peor), de manera que no he conseguido librarme de su influencia: fin de semana en casa, un poco embotado y dándole guerra al sofá, sintiéndome muy poquica cosa.


Un virus también (o una incompatibilidad, quién lo sabe) acabó con la configuración de mi ordenador, y gracias a los buenos oficios de Emilio, que siempre tiene la mesa llena de cepeús, teclados, cedés, impresoras abiertas en canal y la irremediable caja de herramientas de toda la vida, volvió a la vida, en una versión "desasistida", tan desasistida como me siento yo este fin de semana.


No hay mal que cien años dure. Pero mi cabeza estos días es lo más parecido a esta escultura de la exposición Cerco, que se mostró hace un tiempo en el Museo de Teruel. Así me veía yo anoche.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Vagaciones


Hoy es lunes, y no aparecerá el Alcabor en el Diario de Teruel. No es que esté de vagaciones: se trata de un descanso (sí, ya sé esto tampoco cansa). Agradezco tener la oportunidad de opinar en un medio de comunicación, aunque muchas veces más que opinar, pienso en voz alta, que es de lo que se trata en estos días de viento, lluvia y noches largas en un sitio tan cómodo como el alcabor, donde el calor de este sistema de calefacción tan sencillo, natural y sostenible, nos protege. Ah, y nadie en el Diario me ha dicho nunca nada: ni lo que tenía que decir ni por qué he dicho esto o lo otro. Ni me preguntaron cuando empecé a hacerlo. Ni tengo por qué estar de acuerdo (o a veces incluso leer) lo que otras personas escriben. Es lo que se llama libertad.
La normativa de la construcción debería obligar a recuperar este tipo de estancia, el viejo alcabor, medio infalible de reagrupamiento familiar, conversación intrascendente y cultivo de la amistad que también nos vendría ahora, cuando las prisas y el no pararse a pensar o a hablar tanto nos andan jorobando.

Volveré pronto al papel. De momento, vagaré con mi paso lento (y ansarino, eso me lo dijo un traumatólogo de renombre en Zaragoza hace muchos años) por la tecnología y los nuevos medios de comunicación que desconozco.
Algo contaré (no podría ser de otra forma).

domingo, 8 de noviembre de 2009

AMORRARSE




Me gusta esta palabra. De pequeño, no recuerdo haber bebido nunca agua en una fuente. Siempre me amorraba. Amorrarse es la única manera de calmar la sed. Si no te amorras, te quedas como estabas, y volverás a la fuente en seguida. Y te tocaba ponerte de portero.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Imposibles (II)



Embotellamiento.

Sombra alargada


En el recorrido final de los Diarios de Sándor Márai, próximo ya a la desesperación tras la enfermedad larga y posterior fallecimiento de su esposa en tierra extraña, lejos de su Hungría (y de su húngaro) natal, llega el autor a la fecha de hoy. “Dos de noviembre. Los muertos: hay tantos que ya no caben en la memoria.”
Año tras año, trata de apoderarse del sentimiento colectivo la novedad de Halloween, éxito comercial global convertido en horterada de estética patética, con perdón, que trivializa el sentido de los días que celebramos hoy, el recuerdo de los difuntos, la seguridad relativa del hombre en la tierra sobre la que medita Márai en aquellas anotaciones precisas y sin embargo dispersas de los sentimientos, los recuerdos y las añoranzas de sus últimas jornadas del exilio (exilio de su lugar y también de su tiempo) al que nunca se acostumbró.
La fiesta de Todos los Santos (siempre se ha insistido que el día uno de noviembre es una fiesta solemne – como dato, la Iglesia reviste en esta celebración de blanco a los oficiantes de sus ceremonias) convive con la conmemoración (que no fiesta) de los difuntos al día siguiente, y me vienen a la cabeza las visitas al cementerio en los años de infancia, la edad que tan lejos y tan ajeno ve este fenómeno común de la muerte, y cuya realidad muchas veces se oculta, o se presenta, porque en realidad lo es, como algo que les ocurre a los demás.
Las visitas al cementerio vienen cargadas de sentimientos a veces encontrados, quizá porque estamos ante misterio y realidad a la vez, como sugieren los Diarios, un hecho que trataba de recoger el parpadeo tenue de las lámparas de aceite en la cocina de la casa familiar que prendían como prolongación de la presencia de los seres queridos en el recuerdo durante las horas de sueño, como si así se les ayudara a ganar su salvación eterna.
Recuerdo, pues, de las personas que hemos amado, rostros y voces que nos acompañaron y que no desearíamos olvidar. Insiste el escritor húngaro: “El hombre siempre es consciente de la muerte, considera que ésta forma parte natural del argumento incomprensible y complejo de la existencia, pero sólo de una forma intelectual. Después viene un período en el que uno asume que morirá. No es un sentimiento trágico, sino más bien un sosiego, como lo que se experimenta cuando se llega a comprender un misterio tras muchas cavilaciones.”
Lo siento. Espero que comprendas que no me gusta Halloween.