domingo, 23 de enero de 2011

Los injubilables





No te creas que me gusta mucho lo que leo a propósito del debate de las pensiones en España. Parece ser que como está la cosa, cada día serán más las personas que vivan de una pensión, y la base, quienes habrán de cotizar para mantener el sistema actual, es frágil porque vivimos en un país (un continente) envejecido. Nos hablan de proporciones, del número de cotizantes necesarios para que las pensiones permitan vivir sin necesidad de echar mano de planes privados de ahorro que proporcionen una cierta tranquilidad.

Si a esta incertidumbre se suma que la política (corta de vista, seguro) anda de por medio, que empresas con beneficios se han dedicado a jubilar a tutiplén a costa del erario público, y que algún interés tendrán quienes lanzan los planes de pensiones privados, habremos de concluir que la cosa acongoja.

Caigo en la cuenta del paso del tiempo de vez en cuando, y observo que cada vez tengo más amigos que rodean la cincuentena, y a ella nos acercamos los babybumers, los enchufados del desarrollo de España que nos beneficiamos de tantas cosas, de tantas oportunidades a lo largo de nuestra vida.

Cumplen ahora cincuenta años los que estrenaron el BUP (aquel Bachillerato Unificado y Polivalente), último resto de un sistema que obligaba a decidir a los catorce años si uno iba a seguir estudiando o si iba a enfocar su vida hacia la Formación Profesional (aquí, suspiro: Maestría, el Politécnico ahora camino de quedar vacío, aquellos pasillos que nos acogieron, ay).

Viene a por nosotros la cifra redonda, y me encuentro con una nota que tomé un día del recuerdo de un escritor que redescubro cada vez que me deslizo por sus páginas, Stefan Zweig: “Había alcanzado la mitad de la vida, la edad de las meras promesas se había acabado; ahora se trataba de ratificarlas y responder de mí mismo o desistir definitivamente.”

El paso lento de la vida alcanza momentos que por lo que sea parecen definitivos. El futuro se nos echa encima. Trabajaremos más años, viviremos mejor o peor.

Me acuerdo del amigo que cumplió los cincuenta el pasado lunes de Vaquilla. Lo celebramos en el Sebas, en la calle San Juan de Teruel. Con su voz rota, no paró de cantar en toda la tarde “yo soy cincuentón, cincuentón, cincuentón, cincuentón, cincuentón”, con la melodía del “soy español, español…” que el día anterior había inundado las calles, tras la final del Mundial. El amigo, un hacha. 

3 comentarios:

  1. ¿Es que siempre encuentras la foto adecuada, con caracol y mosca incluida?

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  2. La foto es de este verano, de un paseo por la carretera de Villaspesa, a primera hora de la mañana. Me hizo gracia la lentitud del caracol, que tal vez piense que está haciendo una gran hazaña mientras se desliza por la cincuentena.

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  3. Esperemos que el caracol tenga baba suficiente para, tal y como están las cosas en esta época de crisis, seguir deslizándose por los cincuenta, y la pesada carga del "hogar" (y de su hipoteca) no le haga caer... :)

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