domingo, 6 de marzo de 2011

sentido común, ciudadanía

Dicen que ahora los padres, las familias, delegan en la escuela aspectos de la educación de los hijos que antes parecían de sentido común y que se aprendían en el hogar, tal vez porque los padres consideraban que eran los primeros educadores. No creo que ahora hayan dejado de pensarlo, pero la escuela se ha apropiado de muchas de las atribuciones que antes aquellos tenían en exclusiva. No sé si debo poner ejemplos, pero (ay, cómo sois los docentes, siempre echando balones fuera) muchas de las tareas que ocupan ahora el horario escolar, tal vez debieran de ser cosas de casa. Hay quien se plantea que todo esto viene del momento en el que se pensó que los colegios e institutos debían ser centros de educación y no meros centros de enseñanza.

Y esta inercia es la misma que tiene la sociedad. Se acepta que sea alguien, alguna institución superior, quien recuerde al ciudadano lo que debe hacer o evitar, lo que siempre se ha considerado que era de cajón.


Se apela ahora, como si antes no se hubiera hecho, tal vez porque algunas personas se comportan como si no lo hubieran oído nunca, a la buena voluntad, al bien hacer ciudadano y al sentido de responsabilidad para que la limpieza de la ciudad y la convivencia de buena vecindad sean algo real, no un derecho inalcanzable. 





Hace unos años, en Teruel, los comerciantes del centro histórico tuvieron la idea genial de contratar a personas que se dedicaban a seguir a quienes sacaban la basura fuera de las horas establecidas o en formatos no aceptables (bolsas de supermercado y similares), de manera que quien infringía la norma ciudadana (como si quien saca la basura cuando le peta no lo supiera), se sintiera como el moroso que se ve acompañado por el cobrador del frac o algo parecido. Ahora, aparece una bolsa de supermercado de vez en cuando en la puerta misma del retén de la policía municipal, un espacio con cobertura de cámaras de seguridad, un auténtico desafío a la normativa de limpieza.

¿Que la gente aparca en la acera? Pues nada, ponemos una señal de prohibido aparcar, como si quien deja el vehículo ahí en medio del espacio del peatón no lo supiera. ¿Multas? ¿Broncas? ¿Disuasión? Quien lo hace, sabe que hace mal.

¿Qué te meas cuando sales por la noche? Sin problemas, a mear a la calle. ¿Ponemos cepos, carteles que recuerden la prohibición de verter líquidos y sólidos corporales en la vía pública? ¿Creamos una asignatura escolar que explique todo esto? ¿Movimiento corporal ciudadano? ¿ciudadanía corporal?

Y los pobres perros, en ridículo cuando sus dueños los sacan de paseo y nos dejan a todos el regalo de sus necesidades y de la falta de cabeza de quienes los castigan así. Por eso, gran idea la del cartel que ha repartido el Ayuntamiento por toda la ciudad: volvemos a gastar dinero en enseñar lo evidente, lo que todos sabemos, lo que nadie debería ignorar.
Cartel por cartel, me quedo con el que dejó escrito en el muro de la calle del Rincón la mano anónima, harta de andar sorteando residuos viscosos. No dejes la merienda. Llévatela.


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