domingo, 13 de enero de 2013

Mensaje en una botella

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No sé si un blog (cuaderno de bitácora lo llamábamos al principio), es el lugar adecuado para pensar en voz alta. En su momento me pareció, y de ahí el nombre que le puse, Alcabor, lugar apartado, recogido, cálido, en el que quien tuviera algo que decir, pensar, rumiar (rosigar decimos por aquí), podría pasar un rato a su aire, arropado siempre por un fuego cercano que difícilmente llegará a quemar.

En la entrada de hace ahora un año, (El limbo de la actualidad, ahora desaparecida por mi impericia en el uso de la tecnología, seguro) más o menos veladamente decidí tomarme unas vacaciones, ingresar en el limbo, aquel lugar anodino que se convierte en barrera protectora eficiente, y me encuentro con que ahora las cosas han cambiado. En vez de buscar un lugar ameno más o menos aislado pero accesible, esto se ha disparado y las redes sociales echan humo. Hay mucho ruido en el vecindario, las paredes permiten oír todo lo que se dice, y a veces parece que hemos perdido el pudor, aquel aprecio por la intimidad que venía a ser como un alcabor de uso exclusivo pero que de siempre nos ha protegido.

No sé si tiene sentido seguir lanzando mensajes en la botella. No faltará quien piense que es mejor liarse a pedradas con la botella. Anda revuelto el vavién de las olas, y uno es muy de tierra adentro. Un día recordaré (si has estado conmigo más de diez minutos te lo habré contado, ya lo siento, mi repertorio es limitado) mi única experiencia marítima en la Concha de San Sebastián.

Parece que ahora el tiempo ríe como un muchacho que hace trampas para ganar siempre[1], y andamos desconcertados. Me he propuesto seguir anotando tantas cosas. Lo que leo, lo que me encuentro en los paseos que no siempre son tan perezosos como aparenta un paso entre ansarino y elefantino (lo de ansarino me lo dijo un traumatólogo, lo de elefantino, un colega que admiro en su injusta medida). El tiempo apremia, siempre hay algo que hacer. Enlazaremos esto de aquí al griterío de las redes sociales.

Sigo escribiendo en cursiva blog, como si se tratara de una palabra extraña o desconocida, cuando lo raro ha pasado a ser su significado, cuaderno de bitácora. Será que vemos pocas películas de piratas. En este mundo vivimos, y sigo empeñado en desentrañar los misterios de lenguaje, en el que vivimos, que nuestra vida es existencia hablada, aunque sea con nosotros mismos. Algo hablaré de Teruel, de los paseos, de mis amigos, y prometo seguir robando ideas y palabras que encuentre por ahí, siempre rosigando.



[1] Roberto Vecchioni, El librero de Selinunte

5 comentarios:

  1. Vengo tarde del cine (de ver 'Amour', de Haneke) y me encuentro con esta grata sorpresa. A pesar de lo que pudiera parecer, en la red también se echan cosas de menos, ese cuidado al escribir, por ejemplo, que es el mismo que hace un año dejaste de regalarnos. Lo disfruto igual que entonces. Tratándose de la red, no sé qué es más propio, si decir 'bienvenido' o 'bienhallado'. Ambas cosas, por si acaso.

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  2. Se te echaba de menos, amigo. Yo también por momentos he pensado en pegarle pedradas a la botella, y desconectarme, y...... no sé. Pero ves, aquí estamos. Como a tí te gustan las citas simplemente te digo: todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar....
    Un saludo y espero verte el sábado próximo en mi barrio, serás bien recibido tanto tú como Amparo.

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  3. Otro motivo para seguir encendiendo el ordenador.

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