martes, 2 de abril de 2013

Aleluya(s)


(Foto: Amparo Hernández Estopiñán)

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Parece que han cuadrado los números de la Semana Santa de Teruel, no ha llovido lo que parecía que tenía que llover – la meteorología sigue siendo todo lo inexacta que nuestra supervivencia exige – y leemos que todo el mundo está contento. Los números entonan su aleluya particular. Hostelería, instituciones, cofradías. Aquí se salvaron las procesiones, y se disiparon los temores. También el temor a que la procesión de Viernes Santo fuera larga y con parones añadidos. El Obispo, de natural discreto, hizo parar cofradía por cofradía al pasar por la Catedral para rezar el Credo, motivo de fondo del Año de la Fe, y entre todos, cofrades y peaneros, aviaron una procesión esperada y anticipada por nubarrones realmente dolorosos. Un día recuérdame que te cuente dónde vienen anécdotas jugosas de procesiones, algo que siempre ha sido difícil de organizar.

Vuelve la normalidad a la ciudad de Teruel, siguen las nubes (costumbre inalterada de amenazar también el Sermón de las Tortillas), la carpa sigue ahí, en la plaza del Seminario, perezosa, tal vez porque sospeche que es su último año aquí. Resulta que ahora que no hay dinero nos vamos a dar cuenta de lo caro que resultaba tener los pasos de la Semana Santa en una nave alquilada para gastarse un pastón luego en tenerlos una semana bajo apariencia de peña vaquillera, entre plásticos que afean su carácter de fiesta de interés, turístico, nacional, cultural, religioso y festivo.

Ahora resulta que sí que va a haber espacio en San Martín, otro edificio que pasa vacío el año y alberga solo de vez en cuando exposiciones que nos hielan el alma. No otra cosa puede suceder en una iglesia olvidada de la mano de Dios que ofrece el costado al norte de tantos meses de cierzo.

Lo que no ha podido el debate de la calle – se habla mucho mientras se espera la salida de las procesiones – lo han de conseguir las apreturas de los presupuestos públicos. Si es que…

Comentarios no han faltado todos estos años. La belleza de los pasos, asociada al fenómeno tan difícilmente explicable de sentimientos profundos que en muchos casos tienen que ver con la infancia o con recuerdos familiares, se ha visto afeada todos estos años por la salida desde la carpa de la plaza del Seminario. Felizmente, si la cosa no cambia, volveremos a las angosturas de la puerta de la iglesia de San Martín, a la belleza de un rincón de Teruel que ha de recuperar el esplendor que le negó la voracidad de aquella otra pasión de inversiones estériles que nos llevaron donde nos llevaron.

También lo ganará la torre mudéjar, que durante esos días volverá a ser patrimonio de la humanidad: se podrá fotografiar todo lo larga que es, como siempre. A cada uno, lo suyo.

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