lunes, 24 de junio de 2013

Reinventarse. Cuestión de audacia.




El tiempo ha de ser el gran colaborador de los escultores.
Victorio Macho, Memorias.

No sé por qué decimos que corren malos tiempos. Menuda metáfora: los malos tiempos se muestran eternos, son pesados, hacen sufrir, no pasan como un suspiro, un visto y no visto que se refleje en la retina durante unos breves segundos y que la memoria se encargará de ir poniendo en su sitio o, más probablemente, irá deformando según nos convenga.
 
El caso es que los tiempos no son buenos, y quienes se suben a la atalaya que lo permite ver todo ahora, a toro pasado (por qué no se subirían ellos antes para hacernos cambiar a tiempo y no permitir que nos diéramos semejante castaña), aseguran que nos vamos a tener que reinventar. Cambiar, verlo todo desde otro punto de vista, dejar los hábitos anteriores que nos llevaron a esta situación. Como si fuera culpa nuestra, como si fuera tan fácil desprenderse de los hábitos, de nuestro ropaje habitual.

Y si no, te reinventan, que puede ser doloroso.

Al tanto. Aquí, la ciudad que habito sigue con lo de siempre, los mismos debates, los torbellinos de ideas que pretenden revolucionar una ciudad, ahora se dice territorio, lleno de sugerencias y vete a saber si de un vacío más o menos inconveniente, llena de las promesas de siempre, ahora que Valencia y Zaragoza nos quedan tan cerca, para que nos visiten, para que compremos allí.

Mientras, edificios grandes quedaron vacíos, el transporte público sigue gimiendo, hasta el autobús urbano, y se discute una vez más acerca de la fiesta vaquillera, que si se empieza demasiado pronto o demasiado tarde con los preparativos y al final, a falta de proyectos creíbles, no nos queda más ilusión que el recuerdo de los paseos visuales por el Teruel que fue, de la mano de un arquitecto o pasando páginas de un libro.

Reinventarse, cuestión de audacia. Algunos ya han empezado.
 
 

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