lunes, 6 de julio de 2009

GIGANTES Y CABEZUDOS





Me cuenta el amiguico, siempre se repite, su repertorio es cíclico, como el contenido de un faldón, que la gente de Teruel capital se encuentra en la calle cada cierto tiempo, con motivo de fiestas, religiosas o seculares, centenarias o nuevas, y que el resto del año andan todos como desaparecidos. Y algo de razón tiene este ideólogo urbano.

Se ha pasado el tiempo volando, comienza la semana de ferias un año más, y quienes vivimos en el centro histórico - especie en peligro de extinción, decía alguien cuando se empezaron a cerrar calles con jardineras y con cadenas de eslabones traidores - conocemos la intrahistoria de la fiesta; la vemos, la oímos, disfrutamos de ella, y vamos aprendiendo a adaptarnos a sus virtudes y a sus defectos, sin perder la esperanza de conseguir que un día se logre el equilibrio que se va logrando alcanzar en otros lugares. Y el equilibrio, que el diccionario define como “situación de un cuerpo que, a pesar de tener poca base de sustentación, se mantiene sin caerse”, se logra con la ayuda de todos, sin que unos carguen sobre ese cuerpo inestable más de la cuenta.

En determinados lugares (no te inquietes, es ciudad de capazos) está mal visto reconocer que el diseño urbano mismo de la ciudad de Teruel - la falta de árboles es nada más que un ejemplo - está condicionado por los tres días de fiesta (en realidad no son tres, hay que echar bien las cuentas), y parece que pedir que de una vez se controle el volumen de las barras de las calles es de mal espíritu festivo, y no faltará la opinión autorizada que pida a quien se muestre partidario del control de quienes mean, cagan, ensucian, molestan o no respetan horarios ni volumen de altavoces, que si no le gusta la Vaquilla, que se vaya esos días. Difícil equilibrio, es verdad, sobre todo cuando la afluencia de gente es masiva, especialmente del sábado al domingo, al que no creo que la ciudad deba renunciar, a base de retrasar una decisión de año en año, como ha ocurrido una vez más.

En fin, todos pensamos lo mismo, seguro. Y quien se vaya, hace bien, si la fiesta, o esta fiesta, así como es, no le gusta, o si aprovecha para descansar, que tampoco es mala cosa. Uf. Releo lo que he escrito, y veo que el Alcabor tiene hoy algo de sermón. Me voy a ver los gigantes y cabezudos, y el lunes que viene, si nos encontramos, te contaré lo que me emociona de estos días.


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