lunes, 24 de agosto de 2009

game over




No sé si será verdad que en agosto no pasa nada, pero el caso es que siguen apareciendo noticias, pocas de ellas buenas, y la política ha alcanzado voltaje de ruptura, así que no ha hecho falta alargar el culebrón de los fichajes de futbolistas para llegar al final de la temporada calurosa y seca que estamos viviendo, para regocijo de muchos y lamento constante de otros tantos que no encuentran el tiempo ideal. El caso es que el otro día recogí en el coche a un viejo conocido que andaba en plena solana a mediodía, contra su costumbre, y como por lo visto lo que yo le contaba carecía de interés (tampoco me sorprendió), se puso a hojear un periódico viejo olvidado en el asiento de atrás, con el mismo interés que si se tratara de un ejemplar del día. Toda una demostración de lo relajado y atemporal que puede ser el verano.
Pese al vacío ocioso, al volver de unos días de vacaciones, se da uno cuenta de que por mucho que haya creído desconectar, no ha hecho más que una pausa que no ha interferido en el funcionamiento del mundo que le rodea. Basta echar un vistazo a la prensa de los días en que nos creíamos haber salido de órbita. Paréntesis: los precios, en general, por ahí, andan desorbitados, no sé si lo de la crisis va en serio o no.
Y el regreso a la ciudad nos devuelve a lo que se repite cada año. Obras en pleno centro que hacen el acceso molesto a los habituales, imposible a quienes nos visitan y no saben interpretar este paisaje confuso, un carril del viaducto nuevo cortado que dificulta la circulación, las obras de las aceras del Ensanche, ruidos (acaso un concierto de rock en plena plaza del Seminario no sea lo mejor, habiendo como hay otros lugares que no molestan a nadie). En fin, el solfeo del verano del que ya hemos hablado tantas veces.
Vuelta de las vacaciones. Ah, por cierto, muy buenas. Desconectas del día a día, haces kilómetros, te cansas, hace calor, hay mucha gente en todos los sitios de interés que deseas visitar, añoras la vida ordinaria, pero muy bien. Hay que hacer una pausa, y no pretender que el mundo alrededor se pare también. Y no necesitas ir muy lejos, ni buscar destinos exóticos, ni pretender ser viajero en vez de simple turista. ¿Qué si he traído algo? Sí, esta vez algo de comer, que es lo que más te agradecen cuando vuelves. Y lo mejor, los que no te han echado de menos, buena señal.

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