lunes, 14 de septiembre de 2009

Riesgo


El pasado cinco de septiembre comenzó la carrera de montaña más dura de Europa, que terminó este fin de semana. Había visto alguna vez los resúmenes de la Marathon des Sables, una prueba deportiva extrema que se desarrolla en pleno desierto del Sahara, pero no conocía la Transalpine Run, en la que los atletas han superado 230 kilómetros en ocho días, con desniveles de vértigo que prueban la capacidad de resistencia de cuerpos preparados para rendir muy por encima de sus posibilidades, y cuyo sufrimiento era patente día a día.
El aparente sinsentido de un deporte en el que el afán competitivo queda en segundo plano, dada la dureza de su desarrollo, me ha hecho recordar a Óscar Pérez, el montañero que desapareció en el monte Latok II, en el corazón de la cordillera del Karakorum, Pakistán, que hizo vivir momentos de dolor no sólo a quienes aman la montaña o el deporte en general, sino a todos los que presenciamos día a día el dolor y la frustración de quienes intentaron rescatarlo de manera infructuosa y regresaron a nuestra tierra con la desolación propia de un aparente fracaso, aunque uno de los miembros de la expedición de rescate se consolaba diciendo “no hay más reflexiones que la muerte de Óscar. Es lo único que hay claro en todo esto. Lo demás, se ha hecho todo lo que se ha podido y no se ha podido hacer más."
A mi entender, estas prácticas muestran un misterio más del ser humano. Por qué asume (unos pocos, ya lo sé, los demás lo vemos todo desde la comodidad del hogar que nos protege, esa es otra faceta de la humanidad, una especia de aurea mediocritas), por qué acomete esfuerzos baldíos, condenados al fracaso a la mínima que cambien las circunstancias, riesgos que pueden resultar fatales, retos increíbles. Algo tendrá que ver con la naturaleza humana, con nuestro origen, cazadores recolectores que migraban de un lugar a otro buscando una vida mejor, o simplemente expulsados por el afán territorial de un vencedor que nos obligaba al exilio permanente. No lo sé. En los años setenta nos criamos salpicados por las imágenes en blanco y negro de hazañas y accidentes de César Pérez de Tudela y sus historias y su voz modelaron el mapa sentimental de toda una generación. No lo sé, tal vez la audacia roza la locura. La montaña, madre en algunas culturas, también es traidora. Y quienes la aman lo saben. Y como el lenguaje es parte de lo más profundo de nuestro ser, quizá ande por ahí escondido el origen de la palabra riesgo: viene del árabe rizq, “lo que depara la providencia”. Pero estoy seguro de una cosa: Óscar descansa en paz.


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