miércoles, 28 de octubre de 2009

EL MAR


El mar, ese inmenso lugar común que inundó el mundo cuando a la naturaleza no se le ocurría nada mejor.



(Sandor Marai. La extraña)

lunes, 26 de octubre de 2009

Redes




He llevado muletas una vez en mi vida, durante tres o cuatro semanas, y por sorpresa. Ya sé: llevar muletas no entra dentro de las previsiones de nadie, es algo que nos ocurre, pero también es verdad que ante una operación quirúrgica, a uno le avisan si va a salir del hospital a cuatro patas. A mí no me avisaron, o tal vez no me enteré, que tampoco sería extraño, y lié a media familia para que me enviaran unas muletas a Zaragoza. El caso es que me sucedió como dicen que les sucede a las embarazadas, o a quien lleva un brazo en cabestrillo: desde el primer día que salí a la calle con las muletas, empecé a ver gente en la misma situación. Y aún peor: gente que me daba consejos y me contaba su experiencia.
Igual que cuando te presentan a una persona: a partir de ese momento te la volverás a encontrar con el motivo más insospechado. Será cosa de las leyes del azar que mi amigo Julio, divulgador paciente, tan bien me ha intentado explicar en un rincón de la sala de profesores del Chomón, y que por algún motivo del que habla cuando yo ya me he perdido, se aplican a la economía.
Viene esta consideración a propósito de la lectura. No siempre anda uno buscando, a veces parece que lo que lee anda buscándole a uno. Llevo tiempo dándole vueltas a todo esto de Internet (incluso busco en la red si se tiene que escribir con mayúscula o no – el corrector de mi ordenador se empeña en ponerlo con mayúscula), y le doy vueltas: hasta dónde nos puede llevar, qué pasa con los niños que se conectan por libre, cómo facilita el trabajo, el tiempo que me hace perder...
Incluso el término “la red” expresa la trabazón del conocimiento, que también nos puede enredar, hasta tal punto que comentaba el escritor Andrés Ibáñez que “Internet está produciendo una desmaterialización de la cultura”. Tela. El usuario de la red se enreda, se queda solo, se aísla, se mueve en un espacio que no es real, y corre el peligro de volverse estúpido. Esto último se lo plantea Nicholas Carr en un artículo que se ha difundido precisamente por la red. Qué le está haciendo Internet a nuestro cerebro. Sus reflexiones son interesantes: al parecer, las mismas objeciones que se ponen hoy se pusieron en su día a la imprenta de Gutenberg – no faltó quien pensara que iba a acabar con el conocimiento, que esto eran demasiadas facilidades y nos volveríamos perezosos. Y para colmo, son temibles las adicciones que crea Internet. En Estados Unidos hay programas de recuperación de personas enganchadas. Y cuestan más de catorce mil dólares. Lo encontrarás en la red, pero ojo con el tiempo que pasas ante el ordenador.
Sobre lo estúpidos que nos podemos volver:
Sobre el programa de recuperación de adictos:
(Si no los lees en inglés, busca el traductor de Google y verás quién es el estúpido)

domingo, 25 de octubre de 2009

Esto de empezar un blog es fácil (no cuesta más de dos minutos darse de alta y ver las diversas opciones). Otra cosa es mantenerlo. Este alcablog vive a costa del Alcabor, un faldón que aparece los lunes en Diario de Teruel.
Ahora me he planteado remodelarlo y crear nuevas secciones. Me gustaría hacer un hueco para palabras robadas a otras personas: siempre nos encontramos con frases escritas, a veces hace años, generalmente por desconocidos (gente que no conocemos, vamos a entendernos bien). Pero no te hagas ilusiones: no te servirán para trazar un mapa, sea afectivo, sea conceptual o ideológico. Tampoco el mapa del tesoro. Son simplemente palabras ajenas que se cruzan en mi vida, por el motivo que sea. Un periódico, una revista, un foro de Internet, un blog. ¿Qué pretendo? Que las palabras se las lleve el viento. Como corresponde.
Con el tiempo, me gustaría incorporar la pasión por las palabras. El Poliglotón. Relaciones entre palabras, lo que nos desvelan las lenguas del mundo, y la afición a buscar fósiles, auténticos mensajes de nuestro pasado que también salen a nuestro encuentro y que a veces se llevan solamente un puntapié, como hacíamos con las piedras cuando éramos pequeños. Menos mal que los zapatos Gorila y los Calzados Teruel superaban la prueba con éxito.
Ahí seguiremos.

lunes, 19 de octubre de 2009

Trenes en el paisaje




Cada vez que doy un paseo por la estación de tren de Teruel, renovada y reorganizada recuerdo que aún anda desubicada la Zorrilla y que muchos temieron por el futuro de la placa giratoria de la carretera de Villaspesa cuando comenzaron las obras del paso a nivel, verdadero bien de interés cultural que debería ser protegido por quien corresponda y que hizo temer que la piqueta acabara con ella con la discreción (nocturnidad y alevosía dirían otros) con la que a veces se ha actuado.
También recuerdo aquellas tardes fabulosas, cuando la llegada del TER, el tren que llegaba hasta ciudades tan lejanas como Bilbao, atraía los ojos inquietos de aquellos críos que esperaban la llegada del viernes para simplemente verlo venir y marcharse. Y el Correo a Valencia y a Zaragoza. Y el relato de los mayores, que contaban las odiseas (y las meriendas) que vivieron en el Chispa.
Hoy, el tren directo desde Teruel a Zaragoza y a Valencia se une al autobús directo a Madrid. Ahora toca tren nuevo, sin paradas, y de un plumazo nos tendremos que creer que el viejo problema del ferrocarril está resuelto. Al leer la noticia en el Diario (“la llegada del tren pasó desapercibida”) la semana pasada, pensé que ya estamos otra vez con los remiendos de siempre.
No hace tanto que se prometió la llegada del AVE a Teruel para no sé qué fecha, y muchos, tal vez escépticos porque lo de las infraestructuras en Teruel no tiene ya remedio, miraban sin mirar a quien lanzaba el confeti electoral, hasta que el proyecto definitivo de la línea de tren hasta Valencia confirmó las sospechas, y la alta velocidad quedó en el olvido. Se habló luego de corredores. Toma, trenes de segunda mano. Arreglo de vías, arreglo del arreglo, hasta conseguir un convenio que permite disfrutar del tren directo, a una velocidad media de 90 kilómetros por hora (de Teruel a Zaragoza en poco más de dos horas), y sin dar el servicio público a las localidades de la línea.
Pasaremos sin parar por Ferreruela, Encinacorba y Cuencabuena y me acordaré de los viajes de mi padre a Zaragoza durante la mili, cuando (leyendas de soldado veterano, seguro), daba tiempo de bajar del vagón, echar la galima, volver a subir al tren y comerse las uvas mientras el tren subía pendientes que se les hacían eternas.
Tren directo. He echado un vistazo a los libros, y muchos nos cuentan la reacción de la gente con la llegada del tren a finales del siglo XIX. Qué poco hemos cambiado.

lunes, 12 de octubre de 2009

Pactar y pagar tienen el mismo origen



La oficina de estadística comunitaria, Eurostat, ha dado a conocer un informe sobre el conocimiento de lenguas extranjeras en los países comunitarios, y los datos, como seguramente nos temíamos, a la vista de otros informes internacionales que hemos padecido, han sido decepcionantes. Son muy pocos los adultos españoles que hablan una lengua extranjera, y los medios de comunicación en seguida se refirieron al inglés, lengua sin fronteras (lingua franca es la expresión precisa) que se concibe como herramienta indispensable en el nuevo entorno que da por supuesta la movilidad de los ciudadanos europeos, sea como trabajadores, sea como estudiantes. Otra vez nos vienen a recordar que los españoles todavía no hemos hecho los deberes.
Y como me doy por aludido, tendré que dar mi opinión. Es verdad, nos cuesta ponernos a estudiar una lengua. Conozco a muchas personas que lo tienen como propósito permanente en sus vidas, y como creen que todo es cuestión de ponerse, piensan que un día lo han de conseguir. Cuestión de ponerse. Y se gastan dinero, dedican tiempo, se esfuerzan. En un faldón anterior me atreví a aconsejar al Presidente del Gobierno que diera buen ejemplo, que por cuatro perras y aprovechando los viajes y desplazamientos bien podría sacar tiempo y manejarse en inglés al menos. También hace un esfuerzo la sociedad, que lentamente va poniendo los medios para que se aprenda: colegios bilingües, cursos en el extranjero, formación a distancia. Y muchas familias hacen un gran esfuerzo económico cada verano. Algo es algo.
Pero en Secundaria, la ESO de la que tanto se habla, que tantos abandonan sin obtener el certificado, que tantos quebraderos de cabeza da por las agrupaciones tan diversas de alumnos tan variados, es la cenicienta de la enseñanza (y del aprendizaje) del inglés. Seguimos trabajando en clase con grupos numerosos (rozando los treinta alumnos en muchos grupos, vaya ratio), que imposibilitan la comunicación y la atención personalizada, elemento imprescindible en este proceso.
Por eso, ahora que nos llegan noticias de un (remoto, posible, deseable) pacto por la educación llamado a servir para más de una legislatura, habrá que pedir que la enseñanza de lenguas extranjeras sea algo prioritario. Y como tanto nos gusta compararnos con los países de nuestro entorno, pues a imitar a quienes lo hacen bien. Así, habrá presupuesto para desdobles de grupos, por ejemplo, y cambiar la ratio, con menos alumnos por grupo, y si esta vez preguntan a quienes están en las aulas, eso que ganaremos. Y ya te contaré en otro lugar que pactar y pagar tienen el mismo origen.

lunes, 5 de octubre de 2009

Te guardo una máquina de escribir




En un cuarto del Chomón conviven ejemplares del BOE, que ahora sale ya sólo en edición electrónica, y máquinas de escribir de la efepé de administrativo de toda la vida. A este paso, se podrá contar con un museo que exhiba todo lo que la informática, la Internet y las telecomunicaciones se han cargado. Y nos quieren hacer temer que también la pizarra y la tiza serán sustituidas por pizarras digitales.
Lo del conservatorio de música que comparte su sede con el centro de secundaria queda pendiente de que, de una vez, se construya el nuevo conservatorio y se termine el Chomón de la otra parte de Teruel, que no se sabe quién lo miró, que desde que alguien tuvo la idea de trasladarlo, ha ido de pena en pena. Todo empezó con el desacuerdo sobre qué parcela habría de ocupar, cuando en su momento todo era terreno sin construir ni (creo) planificar, y de propiedad pública, en gran parte.
Se dijo en su día que la indecisión era asunto político, motivado por las zancadillas del (entonces) alcalde a un proyecto emprendido por la administración autonómica (cuestión de colores). Esas palabras están en otro cuarto oscuro, el las actas de los claustros, y cuando se empezaba a entrever que la única parcela disponible era la que luego se expropió, se dijo que el instituto nunca iría junto a la vía del tren, al otro lado de la carretera. Pasen y vean: nuevo instituto sobre la vía del tren, y unos quinientos alumnos, profesorado, padres, personal de limpieza y administración habrán de cruzar una carretera que da acceso a la variante de la nacional, y sortear pasos de cebra junto a una rotonda que, cuando se acabe de construir el Polígono Sur, soportará mucho tráfico. No sé si el proyecto cuenta con pasarela peatonal, o si la salida y entrada de las clases va a estar controlada por la policía – ahora, raro es el día que lo está.
Vuelvo al primer párrafo: el museo con los ejemplares del BOE y las máquinas de escribir. Anda estos días revuelto el patio porque Microsoft va a sacar el Windows 7, y grupos de partidarios del software libre denuncian los siete pecados capitales (Windows 7 Sins) de este nuevo sistema operativo, que, de ser verdad, ponen en entredicho que sea un acierto que las administraciones educativas firmen acuerdos con el gigante de la informática y los niños se conviertan por cuenta de la escuela en usuarios de tan sólo este sistema, que, además de ir contra las leyes del mercado, nos va a obligar a usar únicamente sus programas, pagar sus licencias, y aceptar que rastree nuestras comunicaciones porque tendrá acceso incluso al número de serie del disco duro del ordenador. Guste o no guste. Me guardo una máquina, por si acaso.

jueves, 1 de octubre de 2009

Ya escampará. Seguro







Octubre. Ya escampará. Lo vi el domingo, cuando parecía a primera hora de la mañana que se nos había echado el otoño definitivamente. Al rato, escampó. No todo va a saer como en la canción de Cabrel.
Nos veremos. Espero: todavía nos quedan muchas cosas que decirnos