viernes, 16 de septiembre de 2011

Insomne y temblorosa flor de debilidad





Las cifras redondas tienen algo. Tal vez porque nos permiten atribuirnos una cierta seguridad en momentos de incertidumbre, y nos creemos que es posible marcar a base de estacas el terreno del tiempo, la pista resbaladiza que recorremos y que cada vez pasa más deprisa, hasta marearnos, como les ocurre a los niños en los caballitos en la feria cuando en vez de disfrutar del espectáculo se dedican a mirar hacia fuera, buscando a sus padres, y resulta que el mundo gira enloquecido, cuando en realidad quienes dan vueltas son ellos.

Diez años del 11 de septiembre, de los atentados suicidas en Estados Unidos, que nos hicieron ver que realmente somos vulnerables.

Desde entonces, se cumple aquella máxima que esculpió Cela en una nota a la tercera edición de La Colmena: “La historia va a contrapelo de las ideas.”

Mucho ha cambiado el mundo en esta década. Todo era más fácil durante aquella guerra fría de más de cincuenta años, cuando dos bloques mantenían un enfrentamiento claro, delimitado, que nos hacía saber dónde estábamos. Qué fácil era vivir en aquella pax romana, mientras las dos superpotencias se dedicaban a preparar la guerra y a desplegar una paradoja que igual que podía acabar con el mundo aseguraba la protección en caso de conflicto. Y todo, en frío, sin enfrentamientos directos.

Hoy el enemigo se esconde, duerme en células que se activan, atacan cualquier objetivo y llevan escrita la muerte en la frente. También andan al acecho países que durmieron todos estos años con un ojo abierto. El socio que igual que te ayuda, o precisamente por eso (no puedes vivir sin él), acabará contigo.

Nuevo diseño del mundo. El pastel tiene nuevos comensales que vienen con hambre atrasada, aunque tal vez resulte que se trata de un pastel pasado de fecha y haya que confeccionar uno nuevo.

Dicen que se nos ha echado encima la historia. Y Europa se siente como el poblado galo rodeado por las legiones romanas. ¿A la espera de la poción mágica? Lo siento, los druidas han agotado el caldero. La historia, que va a contrapelo de las ideas.

Tampoco te fíes de Cela. Copio la nota entera: “Quisiera desarrollar la idea de que el hombre sano no tiene ideas. A veces pienso que las ideas religiosas, morales, sociales, políticas, no son sino manifestaciones de un desequilibrio del sistema nervioso. Está todavía lejano el tiempo en que se sepa que el apóstol y el iluminado son carne de manicomio, insomne y temblorosa flor de debilidad. La historia, la indefectible historia, va a contrapelo de las ideas”

domingo, 4 de septiembre de 2011

Llegó septiembre.



Pasó agosto, y como no podía ser de otra manera (pasa todos los años, vivo en una ciudad muy previsible), llegó septiembre. En Teruel, un agosto sin tormentas, mes de fiestas en los pueblos, terrazas y capazos, mercado los jueves y noticias inquietantes de los otros mercados, que lejos de ser ambulantes parece que los teníamos aquí siempre, y no nos habíamos enterado.

Todo vale contra la crisis. Llega el curso nuevo, y la noticia van a ser los profesores, que va a resultar que trabajan poco y hay que meterlos en vereda.

Por cierto: que no vengan a defendernos quienes han estado tanto tiempo callados y no se han puesto en su sitio cuando no se estaba invirtiendo bien, cuando el sistema educativo se iba al garete y cuando han comulgado con ruedas de molino. Y no lo digo sólo porque muchos profesores den o hayan dado veinte horas de clase semanales y no haya pasado nada, que ha pasado.

En fin, llegó septiembre. Dice un amigo que ahora viene gorda. Difícil que quienes se tengan que poner de acuerdo lo hagan, sobre todo cuando se tienen intereses que no son el común, y las hojas (dentro de nada amarillentas, caídas) no nos dejen ver el bosque.

En fin. Llegó septiembre: la primera tormenta el otro día, vaya nochecica. La primera niebla en la Vega de Teruel, y una luz preciosa que invita a la melancolía. Interesante melancolía. Lo tienes en internet. Fijo.
Me voy a dar un paseo, y si encuentro a alguien en alguna terraza, contribuiré a levantar con mi pequeña aportación el sector hostelero.