jueves, 22 de abril de 2010

Va de libros

Pues nada, vamos a hablar de libros. Pero no voy a engancharme con lo de siempre. Que si los libros son caros, que si hay que pagar IVA, que si está demostrado, o no, que las ediciones de bolsillo baratas venden muchísimos ejemplares, que si es difícil regalar un libro y aún peor que te lo regalen, que si es un error que en la enseñanza obligatoria los libros de texto sean gratuitos (aparentemente, matizo, el dinero ha de salir de algún sitio) y se impida que quien estudia con ellos subraye y/o dibuje , que si es de mal gusto, o al contrario, señal de inteligencia lectora, subrayar, marcar o anotar algo en el margen o doblar la página que nos gustó, que si es o no una injusticia que se obligue a pagar por el uso de las bibliotecas públicas, que si las grandes superficies o las ediciones de bajo coste del quiosco están acabando con la industria editorial.

Pues no. Me limitaré a contar un par de anécdotas y a insertar un vídeo.

Uno. Andrés Neuman (escritor laureado que seguramente pasará a la historia, como muchos autores, por las obras que no le hayan premiado), señaló en Teruel, en un debate sobre el futuro del libro quién tiene la culpa de los problemas que asedian el universo lector: las promotoras inmobiliarias, que construyen pisos pequeños y caros que impiden que la gente se pueda permitir biblioteca en condiciones.

Dos. A veces, una mano anónima comenta el libro que encuentras, tal vez por casualidad, en un estante olvidado de la Biblioteca Pública. En el margen, junto a las primeras líneas de Insomnio, de Marcelo Cohen una lectora (mi experienciacomo lector de manuscritos adolescentes me confirma que la escritura tiene género, de ahí mi deducción) advertía: “aún estás a tiempo de no empezarlo”. Gran consejo, por su ambigüedad: una inteligencia superior supervisa el acto de la lectura ajena e induce, bien a leer el libro (estás a tiempo de no dejarte absorber por él) o a alejarse de su ínfima calidad (estás a tiempo de dejar esa bazofia). Sabio consejo: la lectura es un acto íntimo, y el oráculo, como los oráculos de la antigüedad clásica, en su ambigüedad, apela a tu inteligencia.

Tres. Ahí va esto:



domingo, 18 de abril de 2010

Toma y lee

No sé si acabaré leyendo a Punset, aunque he de reconocer que no me desagradan las imitaciones que hacen de él algunos humoristas. Pero me gustaría tener conocimientos acerca del funcionamiento de nuestro cerebro, orgáno misterioso donde, según este divulgador tan característico, reside nuestra alma. Eso cree él: tenemos otras vísceras y partes blandas que se adueñan de nosotros o al menos de nuestro comportamiento con mucha frecuencia.
También me gusta seguir el desarrollo del lenguaje en los niños, que adquieren la capacidad, primero de comunicar, luego de hablar, siguiendo una progresión geométrica que discurre paralela al aumento del peso del cerebro, y no deja de desalentarme que el desarrollo de algunos músculos (la lengua, que ha de vibrar con el paladar) haga que mi nombre sea el último que aprenden a articular - con el tiempo, pasa de ser un gruñido identificativo a ser lafa (golpe de la lengua, incapaz de vibrar, sobre la parte delantera del paladar), gafa (cuando la recién formada parte trasera del paladar se deja sólo acariciar por la lengua), y finalmente Rafa, cuando la madurez bucal permite la vibración de la lengua sobre el punto adecuado.
Más adelante vendrá el descubrimiento de los pronombres personales. Pasar del yo al tú es un gran salto, también en la personalidad infantil, que empieza a descubrir que el mundo exterior tiene su propia identidad, y así, inconscientemente, hasta la madurez, cuando de vez en cuando nos detenemos en la consideración del fenómeno del lenguaje, tal vez cuando nos encontramos con palabras que el uso diario ha gastado, y resulta que algo, una casualidad, el encuentro fortuito en un libro, nos desvela su sentido original o un significado que delata su origen perdido en el tiempo.
El cerebro y el lenguaje. Y también la historia y los sentimentos. Nos reíamos en clase hablando del origen de hígado o de bigote, veraderos fósiles de la lengua. Como los fósiles, que parecen simples caprichos en piedra y en realidad son testimonios de vida muy antigua, algunas palabras ocultan la historia de nuestra lengua. Como somos cerebro, somos lenguaje, siempre estamos hablando con nosotros mismos, ese flujo no se interrumpe y nos permite soñar, y para expresar nuestros estados de ánimo necesitamos vocabulario preciso que a veces echamos de menos.
Por eso los docentes siempre estamos animando a la lectura. Y se organizan campañas, se publican estadísticas sobre hábitos lectores y edición de libros, se presentan obras. También en Teruel, proporcionalmente más que en otros sitios, seguro.
Toma, lee, gran consejo. Aunque la librería de siempre tiemble ante el avance avaricioso de las grandes superficies, que venderán o regalarán el libro a cambio de cualquier bagatela. Pero siempre será un libro. Toma y lee.


miércoles, 14 de abril de 2010

EXPOSICIÓN - Retratos de Ángel J. Torres



Ángel J. Torres, amigo y presidente de la Sociedad Fotográfica Turolense nos invita a visitar su exposición sobre el Colegio de San Nicolás. Tanto la exposición como el colegio son visitas altamente recomendables.

lunes, 12 de abril de 2010

El dolor de Polonia




Montañas corriendo hacia la luna.
El momento del despegue eternizado
En un cielo de pronto descosido.
Un desierto de nubes perforado.
Golpe en la nada.
Eco: blanca mudez.
Silencio.


(Wyslawa Szymborska)



El accidente de aviación desgraciado que terminó con la vida del presidente polaco y gran parte de los dirigentes políticos, militares y económicos que acudían a un acto en recuerdo de la matanza de veinte mil polacos (entre ellos, los dirigentes militares, políticos e intelectuales) hace setenta años a manos de los soviéticos, ha puesto en primera plana la realidad de Polonia, un país castigado por la historia, las persecuciones y las desgracias, que sólo vio la luz en el último tercio del siglo pasado gracias al movimiento ciudadano Solidaridad, la elección del Papa Juan Pablo II y la recuperación de la libertad tras una revolución pacífica que terminó con una época contradictoria que no consiguió acabar con la Polonia real.
Polaco fue Czeslaw Misloz, premio Nobel de Literatura en 1980, con cuya obra me encontré precisamente ese año, guiado por lo que dejó escrito Azorín en El escritor: “el azar nos trae lecturas insospechadas”. Como pasa cuando recibe el Nobel un autor hasta entonces desconocido, en España la editorial Destino publicó sobre la marcha El poder cambia de mano, libro escrito treinta años antes, y lo leí (dudo que entendiera el contexto de las batallas que cuenta) sin duda espoleado por la curiosidad del momento.
Hasta ahí, Milosz, con quien volví a encontrarme en una película, Bajo el sol de Toscana, en la que la protagonista contrata a unos polacos emigrados a Italia para la rehabilitación de una vieja casona que esta crítica literaria, también exiliada, pero de otra manera, acaba de adquirir. Los polacos no tienen ni idea de albañilería, fontanería o electricidad, y uno de ellos es profesor de literatura, como la protagonista de la película. En una de las escenas de la película, lo vemos con un ejemplar de una de Milosz en la mano, y como la realidad imita al arte, decidí buscar alguna obra de Milosz, cosa de la atracción de estos pobres personajes, de la belleza de la Toscana o de la relación oculta que yo deseaba ver entre Milosz y el argumento de la película.
El caso es que Otra Europa se me presentó como la ocasión de reflexionar, tomar notas y hablar de cuestiones que siempre están ahí, y que, curiosamente, no son ajenas a la cultura o a la mentalidad española. Incluso aparece un recuerdo del autor que me recordó una anécdota de Borges, angloargentino que descubrió que era bilingüe de forma similar a la de Milosz: “Como siempre oía hablar ruso a mi alrededor, yo mismo hablaba ruso, sin darme cuenta de que era bilingüe y de que modificaba los movimientos de mi boca según me dirigiera a mi gente, o a los extranjeros.”
Releo estas líneas, y me parece que me he aprovechado del dolor de Polonia para hablar de libros o de cine. Nada más lejos de mi intención. En realidad, ha sido una excusa para mostrar mi más sincero pésame a una nación grande con palabras de su premio Nobel: “Desdichados los que, en el siglo XX creen que serán salvados fácilmente sin tomar parte en la tragedia y sin purificarse mediante el dolor histórico”. Polonia, sin duda.

sábado, 10 de abril de 2010

holgada la cuarentena



No sé dónde he leído (miento: lo podría saber, pero me da pereza levantarme a comprobarlo) que pasamos por la vida día a día, sin dar importancia a lo que hacemos, envueltos en esa rutina que se ha hecho con nosotros, como no podía ser de otra manera, y niega a sus víctimas la perspectiva, hasta que llega un momento que se nos permite hacer un parón y dirigimos la vista hacia ese tiempo que ha pasado y descubrimos en nuestra biografía una dimensión que el afán nos había ocultado. Lo que nos parecieron apenas anécdotas deshilachadas adquiere significado, y somos capaces de reconocer un recorrido que no era otra cosa que nuestra vida.
Debe de tener que ver con la edad: cuando uno se acepta como es, y entiende que ya no va a cambiar. Y ese momento puede hacernos desesperar o sentirnos como aquel personaje de un cuento de Luis Landero:
“Manuel Pérez Aguado tiene ya muy holgada la cuarentena, y ha llegado por tanto a esa edad en que el rostro empieza a necesitar el consuelo de unas manos atentas que amorosamente le acaricien las arrugas, le pincen el arco de la nariz, le ordeñen la barbilla, le alivien los surcos de los ojos, le estimulen la frente y le hagan una visera contra la luz o la perplejidad y, sobre todo, contra la curiosidad crítica del prójimo. Al prójimo le gusta siempre mucho leer las caras ajenas y uno ha de defender esa escritura íntima, ese diario secreto, como puede. Quizá por eso las manos y la cara, a cierta edad, suelen iniciar un apasionado romance de auxilios mutuos.”

(Luis Landero: “Trinidad en crisis”, en Entre líneas: el cuento o la vida)

viernes, 2 de abril de 2010

Con la música a qué parte





Aquí siempre estamos con lo mismo. O parecido. Cuántos proyectos duermen en un cajón, cuántas ideas brillan mientras dura una campaña electoral, esa farsa a la que desgraciadamente nos hemos acostumbrado y muchos quizá han tomado como algo necesario, una especie de mal inevitable. La hemeroteca nos proporcionará una lista larga y espesa que no voy a repasar, que la mesa camilla del Alcabor es muy cómoda y nos gusta hablar a veces de oído.
Así le va al conservatorio de música, realojado provisionalmente en La Arboleda, tras su paso incómodo por el Chomón, y convertido en patata caliente, ahora que resulta que alguien se plantea que el antiguo Asilo de San José no sirve, y se sugiere que el edificio del Banco de España sería el lugar idóneo. Dineros del contribuyente aparte (que paga porque no tiene más bemoles), esto va camino de convertirse en un desconcierto del que a duras penas saldrá algo bueno.
Y no sabemos qué hacer. Mientras, reposa hacia su ruina el antiguo edificio de la calle Temprado, hasta tal punto que no se sabe de quién es, o al menos quién se debe hacer responsable de su mantenimiento.
Se acercarán las elecciones, no hay que preocuparse. Cambiará la cosa. Allegro vivace. Tempo rubato (e molto ritenuto). De momento, oídos sordos.