martes, 27 de diciembre de 2011

Tantas memorias como me trae el río



                         

             ...Huele a gloria

el campo con la lluvia. Sabe a vida

pasear con el fresco en el silencio

que hace la tarde mientras pasa lenta,

mientra pasa la tarde y los palomos

en un revuelo raudo se recogen.



José Antonio Muñoz Rojas
Cantos a Rosa (1954)

jueves, 22 de diciembre de 2011

Gracias por la estrella


Creo que nunca te he agradecido que me hicieras descubrir (lo) que es Navidad. Nos llevan mareando ya muchas semanas, años, con un supuesto espíritu navideño importado del cine, Dickens, grandes cadenas comerciales, con compras, comidas, buenos propósitos, pero tú estabas intranquila. Estos días, así, te causan una desazón que difícilmente sabrías o desearías explicar. 

No habían puesto todavía tu estrella sobre el tejado del sanatorio del Pinar. Tal vez pensabas que aquel empleado de tu imaginación se había jubilado y nadie se iba a ocupar de poner en marcha el mecanismo sencillo de la estrella. Me llamabas: quizá se había cansado (nos cansamos todos tan pronto de lo que tenemos que hacer porque nos parece, o en realidad solo es, una obligación de tente mientras cobro), o pensó que para qué iba a molestarse si, total, a nadie le interesaba, nadie mira en aquella dirección, donde las vidas anónimas piden una explicación al mundo, y nadie se lo iba a exigir y mucho menos agradecer. 

Y decías que sí, que es importante, que necesitabas que algo o alguien te recordara que estabas en camino, que no te habías cansado de todo, que querías seguir adelante, que para ti eso era la Navidad. No la locura que se desata cada doce meses y precipita el final del año que deseó pasar como otro cualquiera pero nos dejó huella. 

Todo cambió aquella tarde. Cruzabas, como de costumbre, el viaducto nuevo (así puedes ver el viejo y llenarte de nostalgia), viste la luz, me llamaste para pedirme que colocara aquí tu foto. Ahí te habías subido, aquella terraza heladora que acoge de vez en cuando tus lágrimas cuando miras al cielo porque lo que te pasa carece de sentido, trípode en mano, a perpetuar la imagen que ansiabas volver a ver para convencerte un año más de que todo merecía la pena. 

Se me ocurre pensar una cosa. Ahí arriba, donde luce la estrella, sobre ese tejado inmenso que esconde los secretos que la naturaleza no desea revelarnos, hace todos estos años, Dios habría puesto su belén, rodeado de seres cuya presencia olvidamos y que no vamos a tener nunca en cuenta, la gente que con su mirada vacía tantas veces nos preguntará qué hacemos aquí, preocupados, cansados, cumpliendo obligaciones sin contenido que tal vez nadie nos exija y seguramente no nos van a agradecer. 

Gracias por la estrella, un año más. 

(La foto es de Amparo Hernández. Mi agradecimiento: sin ella esta entrada no existiría)

sábado, 17 de diciembre de 2011

traspasar la noche



Mes raro diciembre. Ya llevamos más de la mitad. Mes raro, no porque sea poco habitual (ocupa un doceava parte del año), o porque se comporte de modo inhabitual (es bastante predecible todo, alguna vez nos ha dado sorpresas). Es más bien extravagante de genio o de comportamiento y propenso a singularizarse. Te sonríes, inútilmente: lo acabo de copiar del Diccionario.

Acorta el día, hoy amanece un minuto más tarde, aunque el sol se ocultará a la misma hora que ayer, si es que lo vemos. El mes se empeñó en ser singular ya en los comienzos, con un puente discutido y discutible, que quedará al margen de nuestra vida hasta que el capricho del calendario vuelva a empalmar festivos, necesidad de ocio, gasto inevitable y poca productividad. 
 
La noche es larga, el insomne se encuentra solo, los ruidos de la calle llegan hasta su habitación matizados por la inquietud. La cabeza se pone a funcionar, busca una alternativa: relee aquel viejo cuento que en su día pasó desapercibido. Robo estas palabras. No escarbes: no hay más que lo que escribió Carmen Martín Gaite. En la penumbra, oigo el rumor del viento que anda también perdido en la oscuridad.

Volvió el abuelo por la noche, cuando ya se habían ido todos los amigos y había pasado la hora de la cena, cuando la madre de Alina empezaba a estar también muy preocupada. Traía la cabeza baja y le temblaban las manos. Se metió en su cuarto, sin que las palabras que ellos le dijeron lograsen aliviar su gesto contraído.
—Está loco tu padre, Herminia, loco —se enfadó el maestro, cuando le oyeron que cerraba la puerta—. Debía verle un médico. Nos está quitando la vida.
Benjamín estaba excitado por el éxito de la hija y por la bebida, y tenía ganas de discutir con alguien. Siguió diciendo muchas cosas del abuelo, sin que Alina ni su madre le secundaran. Luego se fueron todos a la cama.
Pero Alina no durmió. Esperó un rato y escapó de puntillas al cuarto del abuelo. Aquella noche, tras sus sobresalientes de quinto curso, fue la última vez que habló largo y tendido con él. Se quedaron juntos hasta la madrugada, hasta que consiguió volver a verle confiado, ahuyentado el desamparo de sus ojos turbios que parecían querer traspasar la noche, verla rajada por chorros de luz.
—No te vayas, hija, espera otro poco —le pedía a cada momento él, en cuanto la conversación languidecía.
—Si no me voy. No te preocupes. No me voy hasta que tú quieras.
—Que no nos oiga tu padre. Si se entera de que estás sin dormir por mi culpa, me mata.
—No nos oye, abuelo.
Y hablaban en cuchicheo, casi al oído, como dos amantes.
—¿Tú no piensas que estoy loco, verdad que no?
—Claro que no.
—Dímelo de verdad.
—Te lo juro, abuelo. —Y a Alina le temblaba la voz—. Me pareces la persona más seria de la casa.
—Me dicen que soy como un niño, pero no. Soy un hombre. Es que, hija de mi alma, la cosa más seria que le puede pasar a un hombre es morirse. Hablar es el único consuelo. Estaría hablando todo el día, si tuviera quien me escuchara. Mientras hablo, estoy todavía vivo, y le dejo algo a los demás. Lo terrible es que se muera todo con uno, toda la memoria de las cosas que se han hecho y se han visto. Entiende esto, hija.
—Lo entiendo, claro que lo entiendo.
Lloraba el abuelo.
—Lo entiendes, hija, porque sólo las mujeres entienden y dan calor. Por muy viejo que sea un hombre, delante de otro hombre tiene vergüenza de llorar. Una mujer te arropa, aunque también te traiga a la tierra y te ate, como tu abuela me ató a mí. Ya no te mueves más, y ves que no valías nada. Pero sabes lo que es la compañía. La compañía de uno, mala o buena, se la elige uno.
Desvariaba el abuelo. Pero hablando, hablando le resucitaron los ojos y se le puso una voz sin temblores. La muerte no le puede coger desprevenido a alguien que está hablando. El abuelo contó aquella noche, enredadas, todas sus historias de América, de la abuela Rosa, de gentes distintas cuyos nombres equivocaba y cuyas anécdotas cambiaban de sujeto, historias desvaídas de juventud. Era todo confuso, quizá más que ninguna vez de las que había hablado de lo mismo, pero en cambio, nunca le había llegado a Alina tan viva y estremecedora como ahora la desesperación del abuelo por no poder moverse ya más, por no oír la voz de tantas personas que hay en el mundo contando cosas y escuchándolas, por no hacer tantos viajes como se quedan por hacer y aprender tantas cosas que valdrían la pena; y comprendía que quería legársela a ella aquella sed de vida, aquella inquietud.
—Aquí, donde estoy condenado a morir, ya me lo tengo todo visto, sabido de memoria. Sé cómo son los responsos que me va a rezar el cura, y la cara de los santos de la iglesia a los que me vais a encomendar, he contado una por una las hierbas del cementerio. La única curiosidad puede ser la de saber en qué día de la semana me va a tocar la suerte. Tu abuela se murió en domingo, en abril.

martes, 6 de diciembre de 2011

A vueltas con San Nicolás



A vueltas con lo de siempre. Las fechas, que se repiten cada año. Una reminiscencia, vete a saber, de quien pensó que el tiempo era cíclico (me lo acaba de recordar en Facebook un contacto estaba releyendo El mundo de Sofía). El calendario se encarga de traer los mismos recuerdos cuando regresa a un punto determinado, con tal fuerza que parece que el interesado no haya estado allí antes. Eso explica que digamos que los relojes son analógicos: tratan, pobremente, eso sí, de reflejar que el tiempo vuelve y vuelve, y los poetas a veces han hablado del malestar que les produce un reloj sin agujas.

A mí me sucede con la fiesta de San Nicolás, siempre a la sombra de otra más celebrada (la de la Inmaculada Concepción), y convertida en nuestra época en puente por casualidades de la vida social (la aprobación de la Constitución Española de 1978, que a este paso acabarán cambiando: el puente y la constitución, fijo).

Algo contaba en un comentario de una red social Ángel Torres, maestro, conversador, paseante, pozo sin fondo, amigo, comentarista, dueño de la visión de Teruel de tantos años en la calle de los Baches: cada vez vienen con más fuerza los recuerdos. Lo decía a raíz de una foto en la que yo me quejaba del silencio de las calles y edificios históricos y reseñables de nuestra ciudad. Ya lo hice aquí al hablar de que Teruel, que con lo que tiene que contar es un mapa mudo.

Y al nombrar a don Ángel Torres busco en internet sus fotos de San Nicolás, el colegio que solo quienes vivieron allí o trabajaron conocen en profundidad. Llevó el maestro a sus conocidos de la Sociedad Fotográfica Turolense a los entresijos que él conoció cuando otros casi nacimos, y les dio otra lección: una imagen vale más que mis palabras. Y las fotos de aquella visita reflejaron, desde distintos puntos de vista, lo que el lenguaje no alcanza a expresar.

Por eso hoy, fiesta de San Nicolás, recomiendo visitar la capilla del colegio, lugar de la devoción de siempre en la ciudad de Teruel. 

No olvido los paseos de aquellos lunes, desde la calle de San Martín hasta la imagen del santo, en la que mi madre debió de volcar la solicitud por sus preocupaciones, mes a mes, que obligaban a estirar un presupuesto por lo general magro. Y hoy también recoge este rincón de silencios y bisbiseos la devoción de los turolenses recientes, la comunidad rumana que ha ornamentado la memoria del obispo que venera.

Hoy, día de San Nicolás, recibirán sus regalos muchos niños de aquella parte de Europa que se desplazó en su día hasta nosotros. Anticipo de los días de Navidad, cuando olvidamos los trescientos sesenta y tantos días restantes del año y nos llenarán de buenos propósitos y generosidad.

(En el vídeo, una forma curiosa de regalar a quien le falta lo necesario en sus días tempranos. Sí, dar un pez no es lo mismo que enseñar a pescar. A ver si luego nos estiramos también el resto del año).


Vídeo desde Canadá 

viernes, 18 de noviembre de 2011

Aquel otro 20N. La edad cierta


Como todo varón que hiciera en su día el servicio militar obligatorio, llevo una temporada que con cualquier excusa prende la llama del recuerdo, cosas de la cierta edad de la que empiezan a hablarte los médicos con cualquier excusa: que si las gafas progresivas, que si la tensión arterial, que si estos análisis delatan tus hábitos no tan saludables.


Mi llama estos días de tanto 20N prende con el recuerdo de la mili. ¿Y dices tú de mili? Y, hala, como el público sea receptivo, educado o al menos indiferente, caerá la ristra de anécdotas, sucedidos o historietas con moraleja más o menos infumable que hará pensar a los ajenos que realmente crees que en realidad para ti cualquier tiempo pasado fue mejor.

Aquel otro 20N de 1983 también cayó en domingo. Veintiocho años no es cifra redonda que podamos convertir en un fetiche, pero la coincidencia me ha recordado aquella jura de bandera.

Tras días de preparación, de gritos, de mirar de reojo hacia un lado y hacia otro, de ir a toda prisa a ninguna parte al ritmo del tambor, en medio de una muchedumbre impersonal, mi madre reconoció mi andar guerrero y decidido. 

Lo conté, y alguien de entre el sufrido público, no tan indiferente al parecer, me dijo: “no es tan difícil reconocerte de lejos, chaval”. Volví al silencio, relativamente satisfecho de mi fisonomía un tanto individual, al menos hasta que otro capricho del calendario me obligue a castigar con recuerdos apasionantes que ya no interesan a nadie.

Un añadido. Lo de la edad cierta va en serio: me han dicho y he oído decir a otros que al llegar a cierta edad, esto es lo más habitual. La última vez que lo escuché pregunté qué edad era la cierta. Una mirada bastó para hacerme callar. 


La edad cierta: habían pasado aquel domingo de entonces solo ocho años del otro 20N, y entonces me pareció muchísimo tiempo. Está claro, la edad cierta es en realidad una cierta edad.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Cambio de tendencias. Del griego al chino, pasando por el inglés.


Hubo quien pensó, y encima lo escribió, que las lenguas eran (son) intraducibles: llevan tanto consigo, tantos elementos culturales, históricos, afectivos, que es imposible trasvasar todo ese contenido de un idioma a otro. Ya sé, un poco exagerado sí que era aquello, sobre todo si tenemos en cuenta que vivimos en una cultura traducida: desde la Biblia hasta lo último en tecnología, casi todo llega a nuestra cultura en una lengua extranjera (y si no, ya nos encargamos de ponerle nombre en inglés), y las lenguas son motivo continuo de debate, separación, disputa, confrontación y demás.


Nos llegó todo a través del latín y del griego (pasado por el árabe); en su momento el alemán y el francés fueron vehículos del conocimiento, e incluso debemos al nacionalismo alemán, y su búsqueda de la raíz común de las lenguas de nuestro entorno para demostrar que el alemán era una lengua superior, el desarrollo de la investigación lingüística, las verdaderas teorías científicas del desarrollo y evolución de las lenguas a través del tiempo.


Pues bien, ahora el inglés me hace caer en la cuenta de una cosa: lo que en inglés suena a griego (it’s all Greek to me, dicen, cuando no entienden algo –esto me suena a griego), nuestra lengua, no siempre consciente de su importancia en el mundo mundial, ya lo adelantó hace tanto tiempo: aquí, lo que no entendemos, nos suena a chino.


Algo tienen las lenguas, algo ocultan en sus sótanos, las bodegas igual mejoran un buen vino que echan a perder los libros, lo peor y lo mejor del género humano.





lunes, 31 de octubre de 2011



Escribo estas (pocas, cada vez menos frecuentes) líneas mientras se me cruzan en los oídos y en las vísceras más inconfesables elementos contradictorios: suben y bajan en el ascensor de mi casa, corriendo por los rellanos, grupos de niños que llevan la tarde dando el coñazo con sus gritos de truco o trato: es cuestión generacional, lo sé, yo también lo habría hecho si tuviera su edad. Ellos tal vez se pierdan otros elementos que forjaron el andamio sentimental de mi generación, y vete a saber si serán más felices y mejores personas. No lo pongo en duda.

Este ruido de fondo (coñazo lo he llamado, en cualquiera de las acepciones que felizmente recoge el Diccionario de la Academia: persona o cosa latosa, insoportable; golpe fuerte), este ruido de fondo, decía, convive, con la representación que llega a mi ventana de la del Tenorio, bendecido este año por la bondad de una temperatura agradable que ha traído a muchas personas, me temo que esto también es cuestión generacional, hasta la Plaza del Seminario.

En fin, el debate está en el ambiente: lo que nunca ha sido tradición en España llena ahora escaparates, ascensores y rellanos y lleva camino de hacer olvidar celebraciones que nos llegan muy hondo. El negocio es el negocio. También el sentimental.  Habrá quien piense que reclamar esta tradición es caspa: da igual, en cien años, todos calvos, y fuera caspa. Eso nos lo recuerdan pasado mañana.

sábado, 22 de octubre de 2011

Pasar rozando


Más vídeos en Antena3



Venga, va, vamos a ser, una vez más, superficiales: a pasar rozando lo importante, sin entrar en profundidades, que de eso se trata.

Dentro de la solemnidad de la entrega de los Premios Príncipe de Asturias, sin discutir si la designación de los galardonados es justa o no, veo el resumen del acto, y me llama la atención un detalle que no pasa desapercibido. En el segundo 55 (quincuagésimo quinto, digo yo), se saludan los representantes de la Royal Society (lo confieso, no había oído hablar de ellos en mi vida, como de tantas otras cosas), y nos dan un mensaje.

Hay que reírse. Y mucho. También cuando parece que tomarse la vida con humor es algo superficial, pasar rozando lo importante, sin entrar en profundidades, que de eso se trata.

jueves, 13 de octubre de 2011

Nos vemos en la Cabalgata



Cuentan en Teruel, ciudad más segura de España, referente del hombre del tiempo durante años, recuerdo de las heladas de la generación que vivió una guerra allá arriba en la Muela, que aquí, las pocas cosas que hay, coinciden siempre el mismo día. No voy a poner ejemplos, seguro que alguna vez te ha tocado decidir por qué concierto, presentación de libro, procesión o similar te ibas a decantar.

El caso es que ya ha pasado todo lo que tenía que sacarnos de casa (otro de los tópicos de esta ciudad: dónde se mete la gente en invierno, qué pasa después del Jamón), y no nos hemos de ver hasta el día de la Cabalgata de Reyes. Pues no queda poco.

Preocupan los números: hay que traer gente. Estas calles no pueden quedarse vacías, por mucho que el Barrio de San Julián se anime ahora a subir al centro tras años de aislamiento, y en el próximo San Antón ya no tengamos excusa para subir y bajar a las hogueras cuantas veces queramos, que el ascensor tiene buenas tragaderas (diez mil visitantes en los primeros días, ahí es nada).

Números. Cuanta más gente venga, mejor. Ciudad de congresos, excelencia turística, parque temático incluido, motos, ruido y humo, Semana Santa de interés turístico, Vaquilla en continuo proceso de redefinición. Hasta el tiempo parece que ayuda desde hace poco: las terrazas no tienen más remedio que echar humo, también en invierno. Números, que venga gente.

Un parche, otro parche, una idea genial, otra actividad, lo que sea, hay que dinamizar, mover, mantener la inercia, esta es la industria local y hay que aprovechar.

Y echamos de menos los proyectos de los que se habló en tiempos, cuando doblar la población, la de verdad, la que se queda a vivir aquí, era un reto, y se hablaba, y se prometía. Malos tiempos vienen, en ellos hemos vivido siempre, también cuando nos protegía una burbuja que nadie estaba dispuesto a admitir que un día podía reventar, así que nos vamos a creer poco de lo que se promete.

Grandes números, turismo, tenderetes, inversiones (g)astronómicas que se quedan en proyectos difíciles de digerir. Números.

Nos vemos la noche de la Cabalgata.

jueves, 6 de octubre de 2011

Octubre: al borde


Llegó octubre. Copio algo que leí este verano, cansado de recorrer caminando senderos que hace (ya unos cuantos, muchos) años se mostraron amables a un trote lento y siempre grato. Pasan muchas imágenes por la cabeza de quien disfruta de la carrera lenta.  También el examen de la vida propia.

Debería dirigir la mirada hacia mi interior. Lo intento. Es como asomarse a un profundo pozo. ¿Veré en él algo de deferencia hacia mí mismo? Pues no, tampoco. Lo único que se ve allí es mi naturaleza de siempre: individualista, testaruda, falta de compañerismo, a menudo egoísta y, aun así, poco segura de sí misma y que siempre intenta encontrarles la gracia (o algo parecido) hasta a las situaciones más penosas. Ya he recorrido un largo camino con ella a cuestas, como si fuera una vieja bolsa de viaje. No la acarreo porque me guste. Para lo que contiene, pesa demasiado, y su aspecto tampoco es nada del otro mundo. Además, también está llena de rotos y descosidos. Simplemente, no había por ahí otra cosa, así que no he tenido más remedio que traérmela a ella. Pero, en cierto modo, también le he tomado cariño. Por supuesto.


Haruki Marukami
De qué hablo cuando hablo de correr

viernes, 16 de septiembre de 2011

Insomne y temblorosa flor de debilidad





Las cifras redondas tienen algo. Tal vez porque nos permiten atribuirnos una cierta seguridad en momentos de incertidumbre, y nos creemos que es posible marcar a base de estacas el terreno del tiempo, la pista resbaladiza que recorremos y que cada vez pasa más deprisa, hasta marearnos, como les ocurre a los niños en los caballitos en la feria cuando en vez de disfrutar del espectáculo se dedican a mirar hacia fuera, buscando a sus padres, y resulta que el mundo gira enloquecido, cuando en realidad quienes dan vueltas son ellos.

Diez años del 11 de septiembre, de los atentados suicidas en Estados Unidos, que nos hicieron ver que realmente somos vulnerables.

Desde entonces, se cumple aquella máxima que esculpió Cela en una nota a la tercera edición de La Colmena: “La historia va a contrapelo de las ideas.”

Mucho ha cambiado el mundo en esta década. Todo era más fácil durante aquella guerra fría de más de cincuenta años, cuando dos bloques mantenían un enfrentamiento claro, delimitado, que nos hacía saber dónde estábamos. Qué fácil era vivir en aquella pax romana, mientras las dos superpotencias se dedicaban a preparar la guerra y a desplegar una paradoja que igual que podía acabar con el mundo aseguraba la protección en caso de conflicto. Y todo, en frío, sin enfrentamientos directos.

Hoy el enemigo se esconde, duerme en células que se activan, atacan cualquier objetivo y llevan escrita la muerte en la frente. También andan al acecho países que durmieron todos estos años con un ojo abierto. El socio que igual que te ayuda, o precisamente por eso (no puedes vivir sin él), acabará contigo.

Nuevo diseño del mundo. El pastel tiene nuevos comensales que vienen con hambre atrasada, aunque tal vez resulte que se trata de un pastel pasado de fecha y haya que confeccionar uno nuevo.

Dicen que se nos ha echado encima la historia. Y Europa se siente como el poblado galo rodeado por las legiones romanas. ¿A la espera de la poción mágica? Lo siento, los druidas han agotado el caldero. La historia, que va a contrapelo de las ideas.

Tampoco te fíes de Cela. Copio la nota entera: “Quisiera desarrollar la idea de que el hombre sano no tiene ideas. A veces pienso que las ideas religiosas, morales, sociales, políticas, no son sino manifestaciones de un desequilibrio del sistema nervioso. Está todavía lejano el tiempo en que se sepa que el apóstol y el iluminado son carne de manicomio, insomne y temblorosa flor de debilidad. La historia, la indefectible historia, va a contrapelo de las ideas”

domingo, 4 de septiembre de 2011

Llegó septiembre.



Pasó agosto, y como no podía ser de otra manera (pasa todos los años, vivo en una ciudad muy previsible), llegó septiembre. En Teruel, un agosto sin tormentas, mes de fiestas en los pueblos, terrazas y capazos, mercado los jueves y noticias inquietantes de los otros mercados, que lejos de ser ambulantes parece que los teníamos aquí siempre, y no nos habíamos enterado.

Todo vale contra la crisis. Llega el curso nuevo, y la noticia van a ser los profesores, que va a resultar que trabajan poco y hay que meterlos en vereda.

Por cierto: que no vengan a defendernos quienes han estado tanto tiempo callados y no se han puesto en su sitio cuando no se estaba invirtiendo bien, cuando el sistema educativo se iba al garete y cuando han comulgado con ruedas de molino. Y no lo digo sólo porque muchos profesores den o hayan dado veinte horas de clase semanales y no haya pasado nada, que ha pasado.

En fin, llegó septiembre. Dice un amigo que ahora viene gorda. Difícil que quienes se tengan que poner de acuerdo lo hagan, sobre todo cuando se tienen intereses que no son el común, y las hojas (dentro de nada amarillentas, caídas) no nos dejen ver el bosque.

En fin. Llegó septiembre: la primera tormenta el otro día, vaya nochecica. La primera niebla en la Vega de Teruel, y una luz preciosa que invita a la melancolía. Interesante melancolía. Lo tienes en internet. Fijo.
Me voy a dar un paseo, y si encuentro a alguien en alguna terraza, contribuiré a levantar con mi pequeña aportación el sector hostelero.





viernes, 12 de agosto de 2011

La memoria (I)


Sin memoria, las ciudades carecerian de alma, y paseríamos por ellas como sonámbulos en el limbo de la actualidad. Porque es cierto que una ciudad, ya se sabe, la conocemos mejor cuando la recordamos, y la nostalgia y la memoria nos la devuelven en clave poética. Ya lo dijo Valle-Inclán: "las cosas no son como las vemos, sino como las recordamos.

Luis Landero
Entre líneas: el cuento o la vida

miércoles, 3 de agosto de 2011

Abierto por reformas



Me contaba un boliviano que hace años, cuando la gente se levantaba por la mañana en su país, no preguntaba qué tiempo va a hacer, sino qué presidente tenemos (1). Forzaré una vez más el chiste (malo, lo siento) para decir que aquí nos levantamos preguntando qué sistema educativo tendremos.

Algo falla. Con la Logse (década final del siglo pasado), todos nos apuntamos a evaluar no los conocimientos sino a socializar la educación, como había hecho Europa años antes (2). Se insistía en adaptar los conocimientos al alumnado, de manera que la educación obligatoria llegara a todos, y el éxito estuviera garantizado, aquello de la escuela como instrumento para superar desigualdades. Algo falló, y la tasa de abandonos y alumnos que tenían que repetir aumentaba cada año. 

La pasada semana, los medios anunciaron la novísima reforma de la reforma que iba a cambiar la estructura del último curso de Secundaria, de manera que se facilitara el acceso a la Formación Profesional de quienes no mostraran un perfil orientado a los estudios universitarios, pero desgraciadamente el debate pasó a segundo plano cuando ese mismo día el Presidente del Gobierno anunció la fecha de las próximas elecciones generales.

Pues nada, a esperar. ¿Cambiará el Gobierno? Cambiará el sistema educativo. Y mientras, cada comunidad sobreviviendo. ¿Distintos sistemas educativos? Salta la noticia de vez en cuando. Y cuando todo se remanse, se hablará de la necesidad de un pacto de Estado. Como si lo viera venir. Como decía un viejo profesor, yo ya no estoy en contra ni a favor: simplemente desconfío.

De momento, nos advierten que no hay un euro para novedades y que nos pondremos los tirantes si el cinturón ya no da más de sí. Otras comunidades amenazan con reducir plantillas, aumentar el número de alumnos por profesor, replantearse la organización educativa y demás. Como si todo esto de la escuela fuera un lujo.

¿Y la Formación Profesional? Ahí estamos, en el parón de estas enseñanzas, fundamentales en un momento de desempleo alto y vete a saber si poco cualificado. En Teruel, pendientes de una decisión importante: la creación de un centro integrado de Formación Profesional, que, de crearse, iría en las instalaciones del viejo Segundo de Chomón (más exactamente, las dependencias del Segundo de Chomón en la Ciudad Escolar, si se trata de ser correctos). Y el nuevo Chomón, a esperar, metros y metros de nueva construcción en los que no se puede hacer nada porque la decisión que se ha tomado en otros lugares, aquí está pendiente (3). Le ha pasado por encima otra reforma educativa.


(3)  http://www.diariodeteruel.es/bajoaragon/7233-las-ensenanzas-de-fp-se-separan-del-ies-bajo-aragon-en-un-nuevo-centro.html

domingo, 31 de julio de 2011

Anda revuelto este patio de luces


  No sé si hemos conocido tiempos peores. Creo que sí. Eso deben pensar quienes me escuchan, cuando se me ocurre contar ante grupos de seres nacidos a finales del siglo pasado que recuerdo cuando mis padres compraron en Pamplona, en el Tozal de Teruel, el frigorífico y unos años después el televisor (el del VHF único, el Virginiano, Bonanza y Flipper, y un ligero, o no tan ligero, manotazo certero cuando la señal necesitaba de la ayuda del televidente para el ajuste a la carta).  Luego vino el año aquel de la subida de los precios del pesetero, de los escaparates a oscuras y de las campañas institucionales que recomendaban compartir el coche para acudir al trabajo en unas Navidades que se quedaron sin luces que las celebraran.  La inflación se disparó, los créditos exigían unos intereses que ahora nos harían temblar; la población activa carecía de cualificación profesional, España estaba dejando de ser un país agrícola y emigrante, la devaluación continua de la peseta trataba de equilibrar la cojera permanente de la balanza de pagos. Y todo, por el precio del petróleo.  Ahora todo parece más complicado. Se oyen muchas voces en este patio de luces. Estamos en venta. Y algunos no nos quieren comprar ni lo que debemos porque temen que no lo vayamos a pagar. Me decía alguien que los españoles siempre salimos adelante, que siempre han superado los problemas. No lo sé: esto se ha complicado. Y ahora los anuncios de venta y traspaso de locales comerciales se escriben en chino. También en Teruel.     

miércoles, 20 de julio de 2011



Lo más malo de este mundo
es echarse a andar por dentro
y no encontrarse con uno.


José Antonio Muñoz Rojas, Coplas (de Cancionero de la Casería)

jueves, 14 de julio de 2011

Una de romanos




Como no me gusta hablar de oído, porque a veces uno oye visiones, no voy a opinar acerca del informe del que se habla en la prensa de estos días, con motivo de las conclusiones de un trabajo coordinado por Santiago Gascón sobre el profesorado de Secundaria en nuestra Comunidad. Lo leeré, opinaré, no sé si en público, en privado o en el murmullo del Alcabor. Y  me pondré en contacto con Santiago, seguro.

Estamos de vacaciones (sí, los dos meses de vacaciones escolares, esto da mucho de sí), así que sacaré tiempo para leerlo, si me hago con él. Lo vi desarrollarse en el aula Ramón y Cajal del Chomón (para los foranos: el aula de equipos informáticos del Instituto de Educación Secundaria Segundo de Chomón de Teruel, acogida a la financiación de este proyecto educativo), cuando los chicos de la ESO (para ajenos, Educación Secundaria Obligatoria, la etapa educativa de los 12 a los 16 años) se ponían frente a unos portátiles que los tenían entusiasmados y respondían a todo tipo de preguntas. Poco más sé, como no sea por los titulares de la prensa digital y de papel de esta mañana (ojo, los docentes jugamos poco con los titulares, cuando se habla de nuestro trabajo preferimos las reservas).

Y como lo que en realidad deseo es irme por las ramas con la excusa de comentar la foto de arriba, pues ahí van unas cuantas reflexiones.

Primera. 

Las Humanidades languidecen. No lo digo yo. Está en el aire. Se prima lo práctico, parece que estamos ante una generación muy bien preparada, y las ciencias y las enseñanzas técnicas predominan. No están muy de acuerdo los entendidos con el éxito de esto último (http://antoniomunozmolina.es/2011/06/los-saberes/), así que a ellos te remito, por si te interesa.

Segunda. 

El índice de fracaso escolar es elevado: como el número de abandonos es alto, el sistema engendra cada año entes, programas e ideas geniales que mantendrán al alumnado en los centros educativos para que no salgan al mercado laboral (a la vida real, la escuela es una burbuja, cada vez estoy más convencido) con una mano por delante y otra por detrás (ahí están los PCPIs de una u otra modalidad, que facilitarán o no que al final se obtenga el graduado en Secundaria). Para los ajenos, que deberán dejar de serlo, que la educación es cosa de todos: Programas de Cualificación Profesional Inicial.

Tercera. 

El personal docente dedica parte de su tiempo a blindar la programación. Se hace un esfuerzo por dar publicidad a la programación (aspecto que la administración educativa insiste en recordar como tarea prioritaria), se aquilatan los criterios de calificación, se observan religiosamente los plazos de reclamación, aunque a veces la parte que reclama justifique pobremente la reclamación, y se aplica por lo general aquello de in dubio pro reo (para ajenos: tú quéjate). Y por qué pasa esto: porque existe el temor de que la sociedad no se fía de los docentes. Y como los romanos en orden de batalla, toca formación defensiva: todos los escudos juntos protegiendo todos los flancos. Como en las viñetas de Astérix y Obélix.

Cuarta. 

El Diario de Teruel trae la noticia con una foto del Chomón. ¿Qué es el Chomón? Muy bien: El IES Segundo de Chomón (antes, el Politécnico, antes Maestría Industrial), felizmente trasladado a sus nuevas instalaciones… ¿Trasladado? A medias. De esto tengo que escribir un día.

…Lo siento. No voy a comentar la foto. Es una de romanos.
Y me he vuelto a ir por las ramas.

sábado, 9 de julio de 2011

Sábado de Vaquilla

Lo prometido: nos volvemos a ver tras dos meses de ausencia. Prometí ver al candidato hoy, por primera vez de cerca, en un acto oficial en el que la etiqueta cambia: pantalón blanco, camisa blanca, gorrinera, pañuelo y faja.
Es la mañana de la Salve, recordamos al último racionero, se nombra Vaquillero del Año y se subastan (en pesetas) los palcos de la Merienda.
Empieza el ritual que cambia el rostro de la ciudad, y del que habrá que hablar en serio un día, porque es verdad que la fiesta hipoteca incluso la fisonomía del centro histórico, y no es de desear que la fiesta se convierta en una quedada de las redes sociales en la que vale todo. Pero ya veremos, mucho miedo da hablar de esto.


Una mañana que, por mucho que se repita, tiene algo especial para tanta gente. Uno de los pocos momentos en los que parece que todo el mundo está de acuerdo. En el pleno, mucha cara nueva, nervios protocolarios, miedo a no saber estar. Da igual, se aprenderán la lección. Lo que importa que es se pongan a trabajar. No sé si hay mucho tiempo que perder, ni siquiera si no tendremos que acabar echando mano del Seisado.
Supongo que los días que estamos viviendo (no sólo en Teruel, nos hemos hecho globales, una cosa sin la otra no han de funcionar) saldrán un día en los libros de historia. Dicen que es una civilización lo que se tambalea, no sólo un sistema económico. A estas horas, si estás leyendo este blog, la que se tambalea es una ciudad, aunque estarás de acuerdo conmigo (lo comentábamos esta mañana en el Salón de Plenos) en una cosa: lo del sábado, la aglomeración de gente, el macrobotellón, el follón del extrarradio, la gran meada ad libitum no es lo que más te gusta. Si es que ni siquiera gastan un duro.
Seguiremos por aquí, no mucho tiempo, o al menos de otra manera: más fotos, más palabras robadas a otras personas, entradas más cortas, más frecuentes y con una regularidad poco regular.
Nos veremos estos días por la calle. ¿Mi Vaquilla? Peña, vuelta por casa, charanga (mucha charanga es buen ejercicio para la humanidad, fijo), capazos, y tratar de aguantar hasta el primer ensogado de la mañana del lunes, el amanecer único del año. Y el lunes por la noche, cuando le quiten el pañuelo al Torico y estalle la traca, a mirar descaradamente las caras de quienes me rodeen. Una gran lección, quién sabe si para todo el año.
Al menos en algo estamos de acuerdo, aunque nos pongamos pañuelos de distintos colores, nos guste una cosa u otra de la fiesta y seamos de una peña o de otra.
Me gustan estos días. Esta mañana me he vuelto a callar a mitad de la Salve. No era el único, que te he visto por el rabillo del ojo.

sábado, 30 de abril de 2011

Amable integrante de una candidatura electoral: te saludo.




Pensaba titular esto (sí, esto, pronombre demostrativo que indica el carácter pretendidamente neutro, indefinido e inevitablemente prescindible de esta entrada), Querido candidato, pero con el deseo de evitar que lo leas pensando que trato de discriminar al cincuenta y tantos por cien de la población al usar el género masculino dentro de una realidad que incluye tanto a hombres como a mujeres, al margen de lo que es la historia y la morfología de nuestra lengua, lo he resumido como bien lees allá arriba (si es que has, o alguien ha, llegado hasta aquí, señal clara de que el número de los desocupados no disminuye).

Pues bien, quienes participan en una candidatura a las elecciones municipales, tienen mi aprecio. De ahí, mi deseo de salud: la necesaria para aguantar reuniones, sonreír aunque no tengan ganas, viajar, recorrer kilómetros (unos cuantos, ya verás, esto va a resultar que no era tan pequeño), visitar barrios pedáneos a los que no has ido ni en bici, no hallar reposo, quedarte sin fin de semana, y encima aguantar lo que hay que aguantar, de dentro y de fuera, con la de codazos que a lo mejor has tenido que dar para estar ahí.



Salud para recordar todo lo que dices que vas a hacer. Y no te equivoques de nombre de barrio cuando hablas. Y lee los discursos, o no los leas si eres de palabra torpe. Ojo con las gracietas que haces, no cuentes chistes, la gente se deja el humor en casa, están a todas. No te metas con nadie. Y si te picas, que no se note. No entres al trapo. O sí, que se vea tu rasmia


No generes titulares, no te vayas a quedar de reserva

¿Haréis pegada de carteles? Asegúrate: que la arruga no es bella, el retoque de la foto digital hace milagros, pero el cepillo de barrer que de toda la vida se ha usado para este menester, al extender la cola sobre el cartel, te puede amargar la campaña. Esa arruga contra la que luchas te puede hacer mayor, o meterte diez kilos de más que has estado tanto tiempo tratando de eliminar.

Lo dicho. Y si tienes tiempo, piensa en la ciudad que quieres, también para los demás. En los servicios que tienes obligación de facilitar a la ciudadanía, que anda muy sensible. Y ten cuidado si de arriba, luego, te dicen que hagas cosas en las que no crees, te niegan el pan, o te demuestran que te has pillado el acta de concejal con un papel de fumar.

Y un último deseo: nos vemos en la Salve el sábado de la Vaquilla (me parece que será vuestro primer acto público). Ten cuidado. Ahí te vamos a observar. Nos vamos a fijar hasta en el color del pañuelo que llevas. Ya ves: ni en eso nos ponemos de acuerdo en esta ciudad, pero pese a todo la cosa sale bastante bien.

Vaya legislatura (n)os espera.



sábado, 23 de abril de 2011

23 DE ABRIL. EL SEÑOR SAN JORGE


(De las notas manuscritas que escribió don León Navarro en 1946, durante su ingreso en el Sanatorio de Enfermedades del Tórax "La Muela")


Una tradición prescrita por la herencia que pasa de padres a hijos en la calma del hogar de noches largas del invierno impertinente de la ciudad vieja, establece que los quintos deberán velar la llegada de los primeros vencejos a partir de la hora del crepúsculo del día del Patrón desde lo alto de las torres de las primitivas iglesias que erigió la Cristiandad en cada esquina de la muralla cuando, con la ayuda del Señor San Jorge, que derribó de su trono al dragón, recuperó para la fe las tierras áridas que necesitaban del agua para mantener el último suspiro de su vida.

No otra cosa debió de desear la fundación de los Mayordomos de la Cofradía de Caballeros de San Jorge el mes de enero aquel, cuando su capítulo general encargó una misa diaria en el altar de San Jorge de la parroquia de San Miguel, para mayor estupor de don Juan Jacobo, que todavía recordaba su primera visita a la ermita del ángel batallador que comparte oficio con San Jorge. Y se celebraba la memoria del uno en la iglesia de la que era titular el otro, en una especie de sociedad de beneficio mutuo que no sorprendió al maestro, ya en esos días inmerso en el laberinto de su calendario perpetuo.

Contaba el documento que los mayordomos de la cofradía donaron tras la misa conventual “tres piezas que poseen en la Vega, confrontando la una con la acequia del Molino del rey y con dos carreras públicas, que se llaman: la una de arriba y la otra de abajo, por las cuales va el Camino de Santa María de Villa Vieja…” y manifiestan que “con las rentas de ellas se celebrará todos los días una misa cantada en el mencionado altar de San Jorge, después de las misas mayores de las demás parroquias de la ciudad, para lo cual la campana mayor de San Miguel tocará durante una buena estonda de manera que todos los habitantes de la ciudad puedan oírla.”

Tal relación entre santos guerreros, uno ángel invencible portador del estandarte de Dios, y otro, caballero fabuloso, junto con el doblar de las campanas y la donación de la hacienda de las actuales fábrica y escuela, alimentaron el fragor que se había enseñoreado de la mente del joven maestro, que alcanzó el punto de fusión del que se hablaba cada vez con más frecuencia en los círculos que había frecuentado desde que se estableció en la ciudad.

Las sobremesas, los corros del Mercado, la tertulia de La Solana, el patio del recreo de la escuela, la sala de profesores de la Normal, el salón de fumadores de la Fonda de El Rubio o la propia sacristía de la catedral fueron escenario de lo que algunos ya no dudaban en llamar la locura del joven maestro.

Ese mismo día, don Juan Jacobo fue invitado a ascender a la torre del Portal con los mozos bautizados en la parroquia anexa, que habían velar día a día hasta que recibieran el alborozo de los primeros vencejos, bendición de la naturaleza renacida que vuelve a la vida tras la muerte del invierno ya entonces lánguido. Durante la espera, se entretuvo el maestro en la observación de signos y jeroglíficos que los centinelas de diversas épocas habían trazado sobre el yeso de las paredes interiores de la torre, entre las que se sentía como si él mismo fuera uno de los alarifes que la construyeron y que él había visto desfilar en compañía de otros personajes de la historia el día de la inauguración de la escultura de la aguadora, hacía poco más de un año.

Se agotaron las horas de sol sin que aparecieran los vencejos, por lo que hubo que repetir la subida al día siguiente, una excursión de paso a la vida adulta regada de vino y canciones que se repitió hasta la última noche del mes, cuando los jóvenes del antiguo Señorío entonaron aquella vieja canción de ronda que desvela el secreto de sus amores: “ya estamos a treinta del abril cumplido, alégrate maja, que mayo ha venido…”.

No volaron vencejos alrededor de las torres que habían pasado el invierno a la espera del verano ya próximo en el calendario, y don Juan Jacobo recordó las palabras que Petra esculpió en la oscuridad de la noche del Martes de Pascua, cuando el delirio de don Juan Jacobo eligió los miembros del Concejo y la República temblaba en Madrid.

Al bajar a la Vega para las clases del día siguiente, la visión de corros de vecinos que entraban y salían de la casa en la que la anciana había pasado toda su vida disuadió al maestro de acercarse siquiera al patio. No quiso darse por enterado de la muerte de Petra la noche anterior, sentada como siempre en su silla de enea, sin decir nada, con los ojos perdidos en la profundidad de las rieras, esperando a quien había prometido regresar.

jueves, 14 de abril de 2011

halopecia






Me gusta hablar del lenguaje, aprovecho la mínima (lo sé, lamentable vicio, siempre con las mismas cosas) para hacer un comentario, a veces jocoso, no siempre con éxito, con frecuencia repetido, siempre bien intencionado, para sacar punta a una palabra, buscarle doble sentido, generar un chiste que pretenda ser original y arranque al menos un rictus en quien lo escucha.



Lo saben en clase. A veces me tiran de la lengua para que me disperse, relacione una palabra que escribo en la pizarra con un sucedido o desempolve la historia que esconde en su interior. Y lo malo no es que con frecuencia entre al trapo de quienes me proponen esta diversion (desvío, en inglés, no eches mano de la tilde para corregirme), sino que no falta quien descubra su vocación verbívora ya desde una edad temprana y se convierta en ser odioso en el instituto, en la calle, y en casa. Lo siento, me lo estoy tratando.



Bueno, vamos a hablar de la halopecia. ¿La alopecia? No, la halopecia. ¿Caída o pérdida patológica del pelo? Que no.  Caída o pérdida del círculo de luz difusa en torno de un cuerpo luminoso: el halo.

Lo siento, recurro a mi defecto dominante (todos tenemos uno, dicen que a partir de los cuarenta años empieza el individuo a vislumbrarlo – tal vez quienes lo rodeaban llevaban años padeciéndolo y no se atrevieron a decírselo). Sólo deseo denunciar esta patología silenciosa que ataca las farolas de la zona sur de Teruel. Resultará que es culpa de quienes eligieron este modelo de farola fácilmente convertible en objetivo de piedras. Tal vez.
 ¿Que es necesaria la concienciación ciudadana? Pues también. Y mientras, aumenta el gasto corriente del Ayuntamiento. Halopecia: se añade la hache, consonante silenciosa, muda, como silenciosa se acerca la mano que lanza la piedra y esconde la mano.

Por cierto, ¿sabes que alopecia viene del griego? http://blog.lengua-e.com/2008/etimologia-de-alopecia/. Míralo tú, que yo me estoy quitando el vicio. Algo mejoro: pensaba titular esta entrada halitosis.