Creo que nunca te he agradecido que me hicieras descubrir (lo) que es Navidad. Nos llevan mareando ya muchas semanas, años, con un supuesto espíritu navideño importado del cine, Dickens, grandes cadenas comerciales, con compras, comidas, buenos propósitos, pero tú estabas intranquila. Estos días, así, te causan una desazón que difícilmente sabrías o desearías explicar.
No habían puesto todavía tu estrella sobre el tejado del sanatorio del Pinar. Tal vez pensabas que aquel empleado de tu imaginación se había jubilado y nadie se iba a ocupar de poner en marcha el mecanismo sencillo de la estrella. Me llamabas: quizá se había cansado (nos cansamos todos tan pronto de lo que tenemos que hacer porque nos parece, o en realidad solo es, una obligación de tente mientras cobro), o pensó que para qué iba a molestarse si, total, a nadie le interesaba, nadie mira en aquella dirección, donde las vidas anónimas piden una explicación al mundo, y nadie se lo iba a exigir y mucho menos agradecer.
Y decías que sí, que es importante, que necesitabas que algo o alguien te recordara que estabas en camino, que no te habías cansado de todo, que querías seguir adelante, que para ti eso era la Navidad. No la locura que se desata cada doce meses y precipita el final del año que deseó pasar como otro cualquiera pero nos dejó huella.
Todo cambió aquella tarde. Cruzabas, como de costumbre, el viaducto nuevo (así puedes ver el viejo y llenarte de nostalgia), viste la luz, me llamaste para pedirme que colocara aquí tu foto. Ahí te habías subido, aquella terraza heladora que acoge de vez en cuando tus lágrimas cuando miras al cielo porque lo que te pasa carece de sentido, trípode en mano, a perpetuar la imagen que ansiabas volver a ver para convencerte un año más de que todo merecía la pena.
Se me ocurre pensar una cosa. Ahí arriba, donde luce la estrella, sobre ese tejado inmenso que esconde los secretos que la naturaleza no desea revelarnos, hace todos estos años, Dios habría puesto su belén, rodeado de seres cuya presencia olvidamos y que no vamos a tener nunca en cuenta, la gente que con su mirada vacía tantas veces nos preguntará qué hacemos aquí, preocupados, cansados, cumpliendo obligaciones sin contenido que tal vez nadie nos exija y seguramente no nos van a agradecer.
Gracias por la estrella, un año más.
(La foto es de Amparo Hernández. Mi agradecimiento: sin ella esta entrada no existiría)
Y decías que sí, que es importante, que necesitabas que algo o alguien te recordara que estabas en camino, que no te habías cansado de todo, que querías seguir adelante, que para ti eso era la Navidad. No la locura que se desata cada doce meses y precipita el final del año que deseó pasar como otro cualquiera pero nos dejó huella.
Todo cambió aquella tarde. Cruzabas, como de costumbre, el viaducto nuevo (así puedes ver el viejo y llenarte de nostalgia), viste la luz, me llamaste para pedirme que colocara aquí tu foto. Ahí te habías subido, aquella terraza heladora que acoge de vez en cuando tus lágrimas cuando miras al cielo porque lo que te pasa carece de sentido, trípode en mano, a perpetuar la imagen que ansiabas volver a ver para convencerte un año más de que todo merecía la pena.
Se me ocurre pensar una cosa. Ahí arriba, donde luce la estrella, sobre ese tejado inmenso que esconde los secretos que la naturaleza no desea revelarnos, hace todos estos años, Dios habría puesto su belén, rodeado de seres cuya presencia olvidamos y que no vamos a tener nunca en cuenta, la gente que con su mirada vacía tantas veces nos preguntará qué hacemos aquí, preocupados, cansados, cumpliendo obligaciones sin contenido que tal vez nadie nos exija y seguramente no nos van a agradecer.
Gracias por la estrella, un año más.
(La foto es de Amparo Hernández. Mi agradecimiento: sin ella esta entrada no existiría)
Me parece que nos está golpeando algo estos días, por lo menos a mí y por el grandísimo texto quizás, amigo Rafa, a tí también... igual es la melancolía, o...
ResponderEliminarPor cierto, creo que sin Amparo amén de ésta entrada no existirían otras cosas ¿o no?
Mis más sinceras felicitaciones, Rafa, Amparo y familia (aunque odio estos días).
Que seais felices.