Parece ser que la delegación de la ONCE en Teruel lleva camino de cerrar sus puertas. El argumento, los recortes necesarios en tiempos de crisis. Y habrá quien lo justifique: es hora de recortar, de prescindir de gastos inútiles y de optimizar los medios técnicos y la versatilidad de las comunicaciones avanzadas, que reducen las distancias que antes exigían los servicios. Impresionante.
Me recuerda esta situación de alguna manera los días del Colegio Universitario, el del Ensanche, con muy pocos alumnos en cada curso, cuando la existencia del centro dependía de la buena voluntad del Patronato (Diputación, la entonces CAZAR, la propia Universidad), que ya se vio obligado a prescindir de los estudios de Geología. Entonces se produjo una movilización curiosa. Un coche con la megafonía a todo volumen por las calles de Teruel, pegatinas que lo invadieron todo, manifestación en la Plaza entonces ajardinada de San Juan, al grito de “A Teruel no le sobra el Colegio Universitario”, y una pedagogía interesante por lo contundente: puestos a quitar servicios por el criterio de la falta de población, salía más a cuenta echar el cerrojo y mandar a los estudiantes a Zaragoza, con una buena beca para matrícula, libros, colegio mayor, y aún ahorraríamos dinero. Y luego por qué no meter a toda la población de Teruel en diez o doce bloques de diez o doce alturas del barrio de las Fuentes para ahorrarnos los ayuntamientos. Y para qué construir un hospital, total, un buen anexo de la Casa Grande, y a funcionar. Y si no, llenamos de camas y consultas los pabellones de la Expo, que no saben que hacer con ellos. Y qué me dices de patrocinar deportes. Se amplían las gradas de la Romareda, y total, con diez mil plazas escasas más, entramos todos, nos guste o no nos guste el fútbol. Y ni AVE, ni autopistasm ni autovía, ya estamos todos al pie de las infraestructuras, y eso que nos ahorramos.
También pudo parecer superflua la exigencia de la puesta en servicio de ambulancias en distintos puntos de la provincia, o la necesidad un helicóptero medicalizado que facilitara los traslados de personas que de otra manera fallecían en el trayecto (largo y pesado) hasta Zaragoza. Y la presión ayudó a que esta carencia fuera evidente. En esta provincia (Teruel, sí la de esos cachondos que se inventaron un lema que triunfó y de momento con eso se quedaron, las instituciones si pueden miran hacia otro lado) se echa mano del cerrojo a la mínima, y esto es mala señal.
Hoy es la delegación de la ONCE. No hace mucho se habló de la restauración de la Catedral, se fijó fecha de comienzo con cargo al 1% cultural del Ministerio de Fomento, pero tendrá que esperar momentos mejores, cuando la bondad económica permita acometerla con más tranquilidad. Ya pasó algo parecido con San Pedro, que tuvo que esperar en su momento, casualmente coincidió con el final de las obras de la Seo de Zaragoza, vamos a maliciarnos, aquí el trozo de tarta va donde conviene, sea ésta pequeña o grande.
Y el edificio del Asilo, patata caliente con la que nadie sabe qué hacer, madrecita que me quede como estaba, mientras el viejo edificio del Instituto Musical en la calle Temprado envejece, se comba y un día será la ruina completa, sin que nadie se haga cargo de él. Y el magnífico centro cultural del Ensanche, solución brillante para un barranco que iba a terminar con el gran problema del ocio juvenil. Y ahora se dice también que no todas las infraestructuras son imprescindibles, y la ciudadanía se teme que la autovía de Cuenca o la de Monreal a Alcolea del Pinar acaben también en la nevera.
Se ha cambiado el aspecto de la ciudad de Teruel, ha mejorado, pero tiene ahora un sarpullido de plazas frías, sin vegetación, grises, obras gigantescas que vete a saber qué interés público o social demandaban que no fuera el de la rentabilidad política. Mientras, hemos visto cómo otras zonas de España despegaban, veían crecer infraestructuras, mejorar sus comunicaciones, su calidad de vida, su proyección hacia el futuro. Pero aquí todo puede esperar. Una provincia deshabitada es una carga. Cerrar la ONCE aquí salvará la economía de la institución. Seguro. A por ella. Y las carreteras, total para qué. Y el tren, qué manía, esta gente. Vaya discurso victimista.