lunes, 22 de junio de 2009

LA NEVERA




Parece ser que una de las cosas que más nos cuesta reconocer es que la publicidad nos interesa. Nadie admite que siga los anuncios de la tele, la radio, la prensa o las revistas. Pues parece que sí, seguimos la publicidad, que debe de tener su importancia, según cuentan. Hay revistas que envían a sus suscriptores una encuesta de vez en cuando, y les preguntan sobre tal o cual anuncio, o sobre sus hábitos de consumo.
Hace años (muchos, me temo), cuando la electrónica no se había apoderado todavía de nuestras vidas, dicen que las empresas que medían audiencias (rating, share, el cacho de pastel que cada televisión se lleva cada día en una franja horaria determinada) se medía de una forma tan simple como escatológica. Se medía el flujo de los desagües en la red de alcantarillado durante las cortes publicitarias, de manera que así, si subía más o menos el nivel de los desagües por motivos obvios (se aprovechaba para fregar, desbeber o similares), era porque tal o cual programa tenía mayor o menor audiencia. Y todo, a costa de la publicidad, que sería el espacio de tiempo que la audiencia sacrificaba para efectuar tareas tan íntimas como arreglar la cocina y demás. Por eso, crecimos pensando que la publicidad era desechable.

Los publicistas han aprendido mucho, y son conscientes del poder que tienen. Por eso, comentaré dos anuncios que me han dado que pensar. Uno es de un frigorífico capaz de aguantar la comida que el niño no se quiere comer durante tantos días que al final el niño claudica y se lo come. Y le da un buen punterazo al electrodoméstico, como si la culpa fuera suya. Supongo que el anuncio va dirigido a la madre represora, no al niño tiquismiquis.

Otro anuncio, el de una bebida antioxidante para la gente de mi edad. Sale Wickie el Vikingo (qué tardes aquellas) rascándose la nariz, y una voz pregunta: ¿Por qué se rasca la nariz? A) Está resfriado, B) Tiene rinitis, C) Está pensando. Si lo aciertas, te recomienda que ya tienes edad de tomar su producto, necesario para prevenir los desgastes de la edad.
En fin, la publicidad, estos sí que saben. Y que conste: los que sabemos que la respuesta es C) tal vez necesitemos un remedio antioxidante, pero lo cierto es que nos guardaban la comida de un día para otro en la fresquera o en una nevera que hacía dos dedos de hielo y tardaba una eternidad en deshelarse. Y si le llegamos a pegar tal patada al electrodoméstico, nos hubiera faltado calle para correr delante de la zapatilla de nuestra madre.

1 comentario: