Empieza el curso dentro de unos días, no lo impedirán decisiones de última hora que aconsejen dejar a los escolares en casa, al precio de poner patas arriba la organización personal y familiar y de hacer temer que la gripe en serio – no me atrevo a recordar ahora al ministro de mi adolescencia que trivializaba sobre el síndrome del aceite de colza tóxico diciendo que se trataba de un bichito tan pequeño que si se cae se mata.
Sí, septiembre señala el regreso a la vida normal, hayas trabajado o no en agosto, te hayas alejado o no del entorno habitual. A la humanidad (Pérez Reverte, en su cruzada contra la corrección política me cruzaría la cara por no decir “a los humanos / a los hombres”: lo siento, trataba de apelar al interior de nuestro ser, sin afán de corrección, uso poco nombres abstractos asexuados o desgenerados y nombro con el género masculino plural por virtud de la historia de las lenguas romances, oiga que hablamos la lengua de Cervantes), decía, a los seres humanos, nos gusta contabilizar el tiempo y dotarlo de algo de superstición y fetichismo que de alguna manera nos ayuda a encontrar un sentido que sustituye al que antiguamente aportaba el ciclo de las estaciones, de las cosechas o el mismo santoral, ahora que ya hay naranjas todo el año y San Rafael ya no es el 24 de octubre. Pues bien, comenzamos el curso con muchos frentes abiertos, el camino es inseguro, hasta tal punto que andamos desconcertados: hemos perdido el concierto, la seguridad de que el orden, la composición en que vivíamos, se turba o se deshace, y no tenemos muy claro hacia dónde tirar.
El alcance de la gripe (ya nadie se fía de los políticos/gestores/optimistas o pesimistas según su posición en la vida pública), la verdadera dimensión de la crisis económica (y social, con el sistema educativo hecho unos zorros y una generación más desorientada que nunca, nadie cree en los JASP), el cambio climático, los desajustes aquí en España según en qué comunidad autónoma (mala relación de vecindario, como si en urgencias deseáramos saltarnos la cola según nuestro origen o nuestra renta, cuando ahí no se atiende ni siquiera por orden de llegada, sino en función de la gravedad del mal que padecemos…).
Día a día, ya lo sabes. De momento, observas el desconcierto y procuras no perder el paso. Y a ver por dónde tira este curso. Septiembre, uno de mis doce meses favoritos.
Sí, septiembre señala el regreso a la vida normal, hayas trabajado o no en agosto, te hayas alejado o no del entorno habitual. A la humanidad (Pérez Reverte, en su cruzada contra la corrección política me cruzaría la cara por no decir “a los humanos / a los hombres”: lo siento, trataba de apelar al interior de nuestro ser, sin afán de corrección, uso poco nombres abstractos asexuados o desgenerados y nombro con el género masculino plural por virtud de la historia de las lenguas romances, oiga que hablamos la lengua de Cervantes), decía, a los seres humanos, nos gusta contabilizar el tiempo y dotarlo de algo de superstición y fetichismo que de alguna manera nos ayuda a encontrar un sentido que sustituye al que antiguamente aportaba el ciclo de las estaciones, de las cosechas o el mismo santoral, ahora que ya hay naranjas todo el año y San Rafael ya no es el 24 de octubre. Pues bien, comenzamos el curso con muchos frentes abiertos, el camino es inseguro, hasta tal punto que andamos desconcertados: hemos perdido el concierto, la seguridad de que el orden, la composición en que vivíamos, se turba o se deshace, y no tenemos muy claro hacia dónde tirar.
El alcance de la gripe (ya nadie se fía de los políticos/gestores/optimistas o pesimistas según su posición en la vida pública), la verdadera dimensión de la crisis económica (y social, con el sistema educativo hecho unos zorros y una generación más desorientada que nunca, nadie cree en los JASP), el cambio climático, los desajustes aquí en España según en qué comunidad autónoma (mala relación de vecindario, como si en urgencias deseáramos saltarnos la cola según nuestro origen o nuestra renta, cuando ahí no se atiende ni siquiera por orden de llegada, sino en función de la gravedad del mal que padecemos…).
Día a día, ya lo sabes. De momento, observas el desconcierto y procuras no perder el paso. Y a ver por dónde tira este curso. Septiembre, uno de mis doce meses favoritos.
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