miércoles, 1 de julio de 2009

Bancos virtuales






Cuenta la crónica urbana del Teruel viejo, la que patea las calles, muchas veces sin rumbo fijo, simplemente por distracción, que estos días, días de recados y capazos, desde primera hora, con la fresca, los bancos que quedan a la sombra en cuanto se eleva el sol, están ocupados durante mucho rato por la mañana por los ancianos que tras el retiro del invierno pasado, largo y particularmente oscuro y húmedo esta vez, buscan con la avaricia de quien sabe vivir la comodidad de los viejos amigos y de los encuentros casuales.
Amenazó una reforma del mobiliario urbano con la instalación de bancos sin respaldo, que tal vez pretendieran buscar una comodidad difícil de entender, y la puerta del Seminario albergó dos bancos de forja, el material tal vez menos indicado para la plaza fría de Teruel, bien al norte, en la que el metal se habría de mostrar impío con quienes los ocuparan.
Y los bancos, imagen de la realidad económica, no eran de fiar. Desaparecieron. Quién sabe dónde estarán: en estos días de capazos y recados, ordeno el disco duro de mi ordenador y los encuentro aquí, en mi realidad virtual.

1 comentario:

  1. Cuenta la crónica urbana del Teruel viejo, la que patea las calles, muchas veces sin rumbo fijo, simplemente por distracción, que estos días, días de recados y capazos, desde primera hora, con la fresca, los bancos que quedan a la sombra en cuanto se eleva el sol, están ocupados durante mucho rato por la mañana por los ancianos que tras el retiro del invierno pasado, largo y particularmente oscuro y húmedo esta vez, buscan con la avaricia de quien sabe vivir la comodidad de los viejos amigos y de los encuentros casuales.
    Amenazó una reforma del mobiliario urbano con la instalación de bancos sin respaldo, que tal vez pretendieran buscar una comodidad difícil de entender, y la puerta del Seminario albergó dos bancos de forja, el material tal vez menos indicado para la plaza fría de Teruel, bien al norte, en la que el metal se habría de mostrar impío con quienes los ocuparan.
    Y los bancos, imagen de la realidad económica, no eran de fiar. Desaparecieron. Quién sabe dónde estarán: en estos días de capazos y recados, ordeno el disco duro de mi ordenador y los encuentro aquí, en mi realidad virtual.

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