Hoy no hay en política más que un gran partido: el de los gobernados.
Wenceslao Fernández Flórez, Impresiones de un hombre de buena fe, vol.1 (1914-1919)
Ando estos días de verano leyendo un libro que llevaba tiempo esperándome. Todos tenemos cuentas pendientes con algún libro, y aprovecho ahora para pasar buenos ratos saldando esta vieja deuda.
La biblioteca del Instituto Segundo de Chomón, algún día te contaré por qué cuando pienso en ella repito qué tiempos aquellos, alberga ejemplares curiosos que empiezan ya a aparecer en búsquedas de librerías de libros antiguos pero que no han dejado de carecer de interés. Aunque tiene ya unos cuantos años este centro educativo, no tantos con este nombre, antes fue Maestría, luego fue Politécnico, algunos ejemplares han sobrevivido como verdaderos testigos de la historia. Cómo llegaron hasta allí, quién pensó que podían interesar a quienes pueblan sus aulas y a quienes siguen empeñados en que la lectura es algo más que una obligación, es tarea que dejaremos a quien lo desee investigar un día, si es que merece la pena resolver tales misterios.
Conocía yo algo de la obra de Wenceslao Fernández Flórez, algo había leído o visto adaptado en cine o televisión, pero desconocía sus crónicas parlamentarias, un verdadero lujo que recorre el devenir del parlamento español y sus habitadores entre 1914 y 1936 y que no tiene desperdicio, por lo que nos pueda enseñar de un período de la historia de España que algo tiene que decirnos del momento actual.
Y el caso es que, pese a la distancia que separa aquellas crónicas del día de hoy, en el que el sistema político anda tocado y parece que se tambalea el trabajo de una generación, sus anécdotas, las opiniones que vierte, la ironía que derrama, no resultan ajenas. Un verdadero hallazgo, un paréntesis cierto en estos días de verano, que confirma que el espacio, el tiempo, la dedicación de (y a) una biblioteca nunca es lujo prescindible.
Pasé por el Congreso de los Diputados (no te hagas ilusiones: paré a comer en el restaurante-barato-franquicia de al lado) y la imagen de la fachada en obras se cruzó con las imágenes vivas recreadas por Fernández Florez en aquellas crónicas. El andamio lo rodea todo. No sabía, cosa del calor y de la terraza amable del restaurante-barato-franquicia de al lado, con cuál de las dos acepciones del término andamio quedarme. Por un lado es armazón de tablones o vigas puestos horizontalmente y sostenidos en pies derechos y puentes, o de otra manera, que sirve para colocarse encima de ella y trabajar en la construcción o reparación de edificios, pintar paredes o techos, subir o bajar estatuas u otras cosas, etc. Por otro lado, el sentido original, que copio del Diccionario de Autoridades, ahí es nada, da que (o qué) pensar.
Quien gobierna, quien legisla, quien se sabe legitimado, quien entiende que la desafección es más que una amenaza, corre el riesgo de alejarse de la realidad y dedicarse a verlas pasar desde la seguridad de su andamio.
Pero, ojo, en inglés, andamio es scaffold. Igual que cadalso. Se nos dispara la imaginería: la regeneración de todo es tarea urgente. Al tiempo.
¡Menuda recuperación de/en verano te estás pegando!
ResponderEliminarPues no es lo que parece, no es lo que parece. La ironía de Fernández Flórez nos mantiene despiertos. Saludos.
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