Lo reconozco: queda muy bien entrar en
una librería, echar un vistazo y quejarse de la cantidad de libros de autoayuda
que se publican.
Tal vez hemos llegado, hace
ya años, a la necesidad de estos manuales que nos ayuden a descubrir quién, qué
o cómo somos, una palabra ajena que nos diga tal vez lo que necesitamos oír, si
no simplemente lo que deseamos que nos digan. Un quicio en el que el peso de la
vida encaje por su propio peso y le permita girar y apoyarse sin más riesgos
que los necesarios y que tantas veces nos desquician.
Tal vez cumplan su papel y vengan a
sustituir conversaciones que hubiéramos deseado tener. Muchas veces la compra
(insisto, la compra - la lectura necesariamente habrá de llevar más tiempo) es
gratificante, aunque que tantas veces defraude, de fraude.
Tiempo para leer. Autoayuda, consejos,
confesiones, amoríos, memorias, historia novelada. Todo está en los libros. Parece que todo esté escrito y lo que
leemos en realidad confirma lo que hemos vivido, aquella idea que nos rondaba y
que éramos incapaces de expresar. No faltarán ocasiones en las que veamos la
vida, una anécdota o un rasgo de la vida de alguien a quien conocemos bien.
Nosotros mismos. Un libro tantas veces nos retrata.
A veces me pongo con un libro porque me
lo han recomendado, y rara vez dejo de leer algo que me prestan – sí, todavía
hay gente que presta libros, aun a riesgo de perderlos, y a sabiendas de que
por mucho que hayan escrito su nombre y la fecha de compra, será difícil que
vuelva a su librería, si es que un día regresa, y una especie de pudor, vete a
saber si leal o egoísta, me obliga a comenzar una lectura que rara vez termina
mal, más bien al contrario.
Desconozco si el fenómeno de la lectura
comenzó en su día por la necesidad de registrar la memoria o la imaginación, si
en realidad quien lee busca que le digan quién, como o qué es, si los humanos
nos buscamos ahí, en el papel, pero deseo confirmar una sospecha. El caso es
que algo tendrá que ver con el diseño de nuestra mente, que de siempre se ha
visto obligada a centrar la atención en algo.
Hoy andamos dispersos. Es difícil
trabajar con un ordenador o una tableta sin tener mil ventanas abiertas a la
vez, leo una pantalla, recibo un mensaje en el móvil, alguien me envía una
foto, suena un pitido, es un nuevo correo electrónico, llama por teléfono un
teleoperador que se sabe mis horarios de memoria, ando desquiciado, la red va muy lenta y he tenido que esperar dos
minutos a que se abra un vídeo que dura otros dos minutos, no tengo tiempo para
tanto.
Prisa, acceso inmediato a tanta información, afán por
hacer dos cosas o más a la vez, dispersión de conversaciones múltiples, el ciclón
de la tecnología. Total, para terminar buscando un libro que nos diga qué, cómo
o quién somos, porque se nos ha terminado por olvidar.
Vienen días de regalos. Lo tendremos en
cuenta.
- Y a los Reyes Magos, que algo tienen que
ver con todo esto, mi regalo.
Enn una sociedad llena de nuevas tecnologías, donde la comunicación entre personas es tan poco personal, y donde la sociedad te marca que debes ser perfecto/a, estos libros son la mejor forma de ocultar la necesidad de alguien que te ayude a vivir sin ser perfecto. Aunque jamás he tenido uno de estos en mis manos, conseguí dejar de fumar, y en esos días, era mejor no hablar conmigo ni acercárseme. Un abrazo
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