Escribí, al parecer, solo al parecer, sobre los peligros de tecnologías que ya no son tan nuevas y que a veces tanto miedo dan a padres y madres, que oyen y leen de todo. No pienso que hayan de ser evitadas. Las redes sociales, en las que todos caemos, caímos, caeremos, son ya no útiles sino necesarias. Desconozco si acudimos a ellas porque con su aroma engañosamente seductor facilitan un sentido de pertenencia que nos permite abandonar una soledad tantas veces solo aparente. El caso es que, puestos a ser prácticos, tienen sus ventajas.
Recomiendo muchas veces –trabajo del docente, tantas veces, recomendar, convertido en tundidor de voluntades, dale que te pego, algo quedará- utilizar las redes sociales para aprender idiomas. Nada mejor que leer tantos mensajes, tantos guiños, en lenguas diversas, cada uno que elija la suya: cuestiones de vocabulario, gramática, anécdotas, vídeos... Visita Facebook, paséate por Twitter, y verás. Vale para lenguas, vale para tantas aficiones y afanes.
También verás mucha morralla, tanta amistad ficticia, tanta carga en plan séptimo de caballería. Es cuestión de cada uno, siempre que tenga la formación, el bagaje cultural y afectivo que le permita discernir, aunque ya sabes, a quien cierne y masa, de todo le pasa.
¿Y los hijos? Habrá que convertirse en administradores de redes, nuevo oficio que se adhiere a la condición de padre o de madre. El router de casa tiene un botoncico de encendido y apagado, te dieron, estará por ahí, una clave de acceso, no creo que debiera haber barra libre a la hora de navegar, se trata de aguas solo celosas –lo quieren tener todo controlado- que contienen una cantidad de información indigerible, y un golpe de mar aquí tiene consecuencias imprevisibles. Y el móvil, ese que una vez más te vas a ver obligada a regalar, pasará a tener horario.
Todos somos docentes, educadores, no meros instructores y compradores más o menos voluntariamente compulsivos, esta tarea no se debería delegar. La escuela, como mucho, puede dar una charlica y ya está. En esto no se puede tocar de oído. Hace unos días, cuando escribí de todo esto, no proponía renunciar al uso de la red: No hay lugar para este nuevo tipo de analfabeto.
Corren días de consumo supuestamente obligatorio. Y entre chiflo y chiflo electrónico, una buena lectura. Conseguir que el tiempo pase despacio con un libro entre las manos es un logro. Quien es capaz de pasar un rato no haciendo nada, solo deslizando la vista entre líneas, tiene mucho ganado. Hay de todo para todos.
Aconsejado por un viejo conocido que insiste una y otra vez que para conocer el mundo no debemos olvidar las raíces, tal vez para no quedarnos en ellas porque sí, sin levantar la mirada, estoy leyendo una historia de Aragón. Ahí aprendí que en un momento dado una ciudad de por aquí fue inmune. Estaba exenta de gravámenes y obligaciones, y vivía su vida.
Propongo educar, moldear voluntades y afectos: las redes, los chiflos electrónicos crean una falsa inmunidad, un falso placebo que genera ilusión de placer pero que difícilmente produce alegría. Peligrosa inmunidad la de quien vive al margen, escondido entre un teclado y una pantalla.
Feliz Navidad, atentos a los Reyes Magos, que lo ven todo, están siempre en línea.
Feliz Navidad para ti tambien, aunque sabes que las odio... Y en el face te espero, publicando un tweet y un abrazo en linkedin. Cafecico y charradica, in person cuando quieras. Cuidate amigo y un abrazo igualmente para Amparo.
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