domingo, 9 de marzo de 2014

Olla podrida, ahora que atan los perros con Bratwurst




Me lo pregunta una (posiblemente la) lectora de un faldón que escribía hace ya tiempo en Diario de Teruel, al amparo de las noticias de deportes de los lunes, según Juanjo Francisco, uno de los días de mayor demanda del periódico. 

Me lo preguntó con la misma sinceridad con la que me espetó un día que para que te lean, ha de aparecer tu retrato, que si no todo es anónimo, y que esto de internet no es gran cosa:¿Qué ha sido del amiguico

Ya no me acordaba de él. Lo nombré con frecuencia, tal vez porque entonces prefería hablar de sensaciones ajenas como para mantenerme al margen, como si pretendiera que mi presencia se limitara al retrato que aparecía con el faldón de treinta líneas de los lunes y que tenía que estar escrito el viernes por la tarde. 

Pues me ha venido a la memoria porque me ha hecho quedar con él este fin de semana para enseñarme algo que le cabrea, según él, más que la impuntualidad ajena o propia. De su teoría de la impuntualidad, ajena o propia, algo hablaremos un día. Resulta que pidió un libro en la Biblioteca Pública de Zaragoza mediante préstamo interbibliotecario, uno de los lujos que nos quedan de la olla podrida en la que vivíamos y que ahora se tambalea porque es difícil encontrar novedades editoriales desde que la tijera decidió sajar sin importarle lo que se llevara por delante, o sin plantearse que algunos órganos son vitales pese a lo discreto de su comportamiento. Sí, me refiero a las bibliotecas, que acabarán agonizando convertidas en salas de estudio, sin más. 

A lo que iba, que me voy de la olla. Le llegó, con la puntualidad habitual de este servicio impecable, el ejemplar que deseaba leer, ahora que anda un poco obsesionado con la memoria: Lluvia roja, de Cees Nooteboom. No había leído nada de este autor, pero una cita fugaz en algún periódico le animó a recuperar aquellos hábitos que tuvo. Leer un libro porque alguien habla bien de él, uno de ellos. 

Y aquí llegó su enfado: se lo encontró subrayado, comentado por una mano anónima y presuntamente bien leída. Y esto le preocupa. No solo porque cuando lo devuelva no podrá demostrar que no fue él quien lo mancilló (literal, el amiguico habla así), sino porque, reconocía, comparte gustos y aficiones con alquien tan miserable, que es capaz de meter el cazo y trincar en la olla podrida (él también habla así de lo público, lo que es de todos, aunque desconozco si en realidad pretende provocar a quien le escucha). 

Vivimos tiempos de escasez. Las bibliotecas agonizan, no llegan novedades, se convertirán en grandes salas de estudio, que tampoco está mal, pero no es suficiente, la olla podrida perdió su antigua abundancia, y los perros, como mucho se atan con Bratwurst, que ya sabemos quién manda. 
Anda alterado el amiguico. Hacía tiempo que no lo veía así. El próximo café, descafeinado, que se puso un poco insoportable. Y lo peor, dice, es que alguien se las dé de sensible y subraye lo que otros dicen, que además coincida con algo que a él le gusta, y que encima marque el territorio, como esos perros que mean en cada farola.


2 comentarios:

  1. Tienes razón en lo que comentas respecto de los servicios de la biblioteca. Es una pena lo que pasa en la actualidad con la biblioteca Publica de Teruel. No compran ninguna novedad editorial. Para leer libros nuevos tienes que esperar casi 2 años para que te los presten de otra biblioteca (en red) que pueden comprarlos gracias a las perricas de las Diputaciones, de la Comarca, o de los Ayuntamientos.

    A este paso vamos a volver a los tiempos de finales de los 60 cuando con 2 guardias civiles retirados o con segunda actividad y el director se bastaban para llevar la biblioteca. Ahora se ven decenas de empleados para hacer poco más de lo que se hacía hace 50 años. ¡ Ojo ! los empleados no tienen la culpa de la situación. Será como tu dices de la "olla podrida"

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  2. El libro de Nooteboom me llegó en cuatro días, con un fin de semana de por medio, y es lo habitual, si la biblioteca a la que se pide es la de Zaragoza o la de Huesca. De bibliotecas menores, de toda la vida, quien me atiende en la Biblioteca de Teruel, me advierte que puede tardar más, y recomiendan evitar el préstamo con ellas, si urge el encargo.
    El libro estaba subrayado y anotado: eso sí que es meter la mano en la olla podrida, un ánimo sucio de dejar rastro, un gesto de gula que me da asco.
    De siempre he echado en falta, como tantos otros, la educación del sentido de lo público. Para todos. Gobernantes y gobernados. Otro gallo nos cantaría.

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