Me acordaba estos días de fin de curso –sí, casi todos los docentes estaremos de vacaciones en breve, casi todos. Otros pasarán el mes de julio examinándose, de oposiciones, un sistema de acceso a una plaza en la enseñanza pública controvertido, sujeto a cambios, tantas veces injusto o al menos injustamente gestionado que reordenará las listas de quienes no habiendo obtenido plaza puedan optar a un contrato de lo que en el argot de los funcionarios se llama profesorado interino.
A tantos (evidentemente hay más candidatos que plazas) les vendrán a decir hoy no cuento contigo pero en septiembre te necesitaré. Y así, cada cierto tiempo, unas veces cambian los temarios, otras los baremos de méritos académicos y docentes o el valor del examen en el conjunto de la nota final, a bandazos, como si alguien pensara que así deba ser la vida del sistema de enseñanza en este país.
Un porcentaje alto de plazas escolares se conciertan aquí con titulares privados, y los criterios de selección del profesorado desgraciadamente no son lo claros que deberían al tratarse de centros sostenidos con los impuestos de todos, además la enseñanza pública, con su sistema de acceso variable y variado, está en las manos más o menos veleidosas de las comunidades autónomas, y andamos todos desconcertados, sujetos al vaivén de los cambios políticos que aspiran a dejar una huella que difícilmente podrá resultar permanente porque en realidad nadie aspiró a que lo fueran, ya que las elecciones son cada cuatro años y a este plazo han de rendir las decisiones que se toman.
El tiempo siempre ha sido incierto. Parece que se trabaja mucho aquí entre bastidores desde hace unas semanas. Andan los prohombres y promujeres de este país ocupados. Unos empezaron el mes leyendo el mensaje intrincado de los resultados de unas elecciones europeas (he estado tentado de escribir lecciones europeas) que seguramente contengan algún código secreto, un mensaje inalcanzable, de ardua interpretación. Otros, a la cabeza del Estado, han dado el salto definitivo para el que se habían preparado y nos han recordado que aquí gracias al consenso de tantos se salió adelante hace años, y parece llegado el momento en el que cuanto entonces solo se hilvanó tendrá que acabar de trenzarse si no queremos que el ovillo se enrede y nos acabe ahogando.
Y unos cuantos se han tenido que jubilar antes de hora y tomar el avión de vuelta a casa a ritmo de samba triste.
Y unos cuantos se han tenido que jubilar antes de hora y tomar el avión de vuelta a casa a ritmo de samba triste.
Tiempo nuevo, pero no tanto, eh.
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