Hace unos años, descubrí en Internet una página que recomiendo a diestros y siniestros: www.verbalia.com, un lugar de encuentro de seres verbívoros (así se autodenominan los promotores) que andan más o menos intrigados por este misterio sublime que nos envuelve, el lenguaje, el instrumento de (in)comunicación que nos permite decir lo que pensamos, o simplemente envolverlo, ocultarlo, esconderlo, edulcorarlo o cargarlo de pólvora.
La visito con frecuencia, participo en sus ejercicios de gimnasia verbal (también pienso dedicarme a la otra gimnasia, lo prometo) y ando estos días disfrutando de la lectura de Quieto, del autor catalán Màrius Serra, artífice de este sitio virtual, que narra siete años en la vida de su hijo Llullu, nacido con una grave encefalopatía que la ciencia neurológica aún no ha sido capaz de definir, como escribe el autor.
Y esta gimnasia me da que pensar. Si la publicidad trata de enganchar la atención, el voto, la tarjeta de crédito, lo que sea, mediante el lenguaje, con la ayuda inestimable de la imagen, me cuesta entender el sentido del cartel que fotografié en la Subdelegación del Gobierno de Teruel la otra tarde… Se supone que el cartel pretende anunciar la bondad de una inversión que puede resultar más o menos incómoda a los usuarios de este servicio público y a los viandantes, de manera que me planteaba en un paseo con mi acompañante de andar lento pero inseguro qué estarían arreglando. Mi interlocutor se detuvo, necesita cualquier excusa para detenerse, me miró y dijo como dándome por imposible: “las escaleras, chaval, que no te enteras, están arreglando las escaleras.”
Y me acordé de ese paisaje de Juan de Mairena, de Antonio Machado:
“ Mairena. – Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba ‘los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa.’
El alumno escribe lo que se le dicta.
- Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.
El alumno, después de meditar, escribe: “lo que pasa en la calle.”
Está visto, la poesía del andar cotidiano, lento, inseguro, pero genial.
La visito con frecuencia, participo en sus ejercicios de gimnasia verbal (también pienso dedicarme a la otra gimnasia, lo prometo) y ando estos días disfrutando de la lectura de Quieto, del autor catalán Màrius Serra, artífice de este sitio virtual, que narra siete años en la vida de su hijo Llullu, nacido con una grave encefalopatía que la ciencia neurológica aún no ha sido capaz de definir, como escribe el autor.
Y esta gimnasia me da que pensar. Si la publicidad trata de enganchar la atención, el voto, la tarjeta de crédito, lo que sea, mediante el lenguaje, con la ayuda inestimable de la imagen, me cuesta entender el sentido del cartel que fotografié en la Subdelegación del Gobierno de Teruel la otra tarde… Se supone que el cartel pretende anunciar la bondad de una inversión que puede resultar más o menos incómoda a los usuarios de este servicio público y a los viandantes, de manera que me planteaba en un paseo con mi acompañante de andar lento pero inseguro qué estarían arreglando. Mi interlocutor se detuvo, necesita cualquier excusa para detenerse, me miró y dijo como dándome por imposible: “las escaleras, chaval, que no te enteras, están arreglando las escaleras.”
Y me acordé de ese paisaje de Juan de Mairena, de Antonio Machado:
“ Mairena. – Señor Pérez, salga usted a la pizarra y escriba ‘los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa.’
El alumno escribe lo que se le dicta.
- Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.
El alumno, después de meditar, escribe: “lo que pasa en la calle.”
Está visto, la poesía del andar cotidiano, lento, inseguro, pero genial.
Tierno homenaje a tu padre.
ResponderEliminarVeo que frecuentamos los mismos blogs (ver tu colaboración en Bernardinas)
MJ
Ya ves, no dejamos de aprender. Me alegra ver que coincidimos de vez en cuando en los mismos blogs. Llevo tiempo dando vueltas a la vida de los ríos en Teruel, y me animé a comentar algo en el de Antonio Castellote. Gracias por tu comentario.
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