domingo, 3 de marzo de 2013

B1, tocado. B2, hundido



MINUTICO DE GLORIA

(Pinchar el enlace para disfrutar de un minutico de gloria, se puede evitar la publicidad que aparecerá...)

Reconozco que por (de)formación profesional estoy un tanto sensible (sensitive, en inglés, no confundir con sensible, de eso poco) a la hora de opinar sobre la enseñanza y el aprendizaje de lenguas en España, así que deberás hacer un caso relativo de estas líneas.

De entrada, estaremos de acuerdo en que los números cantan, sobre todo en los centros de enseñanza obligatoria y bachillerato. En las escuelas de idiomas y en la universidad es otra cosa, y ahí, por desconocimiento, no voy a entrar. El número de alumnos por aula es increíblemente alto, y países que ya han sido rescatados (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia, por ejemplo) nos dan vueltas (alrededor de cien, posiblemente, no me he puesto a contar): pocos alumnos en las clases de idiomas, éxito mensurable en el aprendizaje. Y si no, basta viajar o hablar con Erasmus que pasan por aquí.

Desconozco si ha dejado de sonar a esnobismo la matraca de “venga, va, aprende una lengua (sobre todo nos referimos al inglés), que te abrirá paso el día de mañana, que la competencia va a ser muy dura”. La realidad nos ha puesto los pies en la tierra y parece que de repente todo se ha liado, y ha surgido la necesidad de salir a buscar trabajo en el extranjero, se tenga la formación o la titulación que se tenga. Esto no es lo de entonces, cuando exportábamos mano de obra que podía trabajar en silencio porque su trabajo era mecánico, o bastaba con un lenguaje de supervivencia para el día a día. Ahora pretendemos mandar para allá gente preparada, que buenos duros nos ha costado a todos formar profesionales que supondrán un ahorro para economías más fuertes y que verán resueltas las carencias de su mercado de trabajo, y encima pudiendo exigir.

Está claro. Fuera, la longaniza con la que atan los perros parece de mejor calidad y habrá que buscarse camino en un futuro indeterminado que para muchos parece ahí lejos, y se dedican a parchear remiendos de bajo coste económico, en vez de ofrecer soluciones, de entrada más costosas pero a la larga, más eficientes.

Y todo el mundo a aprender, sobre todo, inglés. La locura del B1, necesario para hacer (o ingresar) en alguno de los tantos másteres que han de proliferar por aquello de la oferta y la demanda, cuando tener una titulación, un grado universitario o una formación profesional especializada no va a ser gran cosa a los ojos de la nueva demanda, exigente y mal pagadora. La locura sigue en el B2, el nivel avanzado que ahora se obtiene en seis años en las escuelas de idiomas, pasaporte que garantizará el acceso a puestos de trabajo de mayor nivel. Impresionante.

¿Cómo reacciona el sistema educativo? Cada día más alumnos en clase en colegios e institutos, resulta imposible ampliar grupos en las escuelas oficiales de idiomas, y la calidad se resiente. Sí, la calidad se resiente en la enseñanza de idiomas de forma inmediata. Es de las pocas áreas en las que el resultado del aprendizaje es inmediato. No hace falta terminar otros estudios, medios o superiores para necesitar la fluidez en un idioma extranjero.

Se ha empezado la casa por el tejado. Una vez más. Se ha puesto el tejado, hay que exigir el B1, el B2 como corona de laurel del sistema educativo, habrá prueba oral en la selectividad, tal vez, pero todo esto se está pidiendo a quienes empezaron sus cimientos en condiciones lamentables para el aprendizaje de las lenguas. Nos hablan ahora de la creación de centros bilingües. Ojo, ni es oro ni reluce: dar alguna asignatura en inglés o en otro idioma, no garantiza gran cosa si el cambio no es un salto de calidad. ¿Realmente se puede impartir una asignatura con un B2 como bagaje?

Y de lo del vídeo que añado, culpa de los profesores, seguro. Da para un buen debate. 


Aquí se puede descargar el cuadro con los niveles de comprensión y expresión del Marco de Referencia Europeo de las lenguas


No hay comentarios:

Publicar un comentario