domingo, 24 de marzo de 2013

De flor en flor, una vez más

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Lo siento. Yo también me he pasado a leer solo los titulares. No sé si acabaré ojeando las esquelas y la programación de televisión mientras me tomo un café (cuesta ya tanto un café como un periódico, dónde vamos a llegar), aunque de momento creeré que ni siquiera me lo ha planteado. De un tiempo a esta parte me cuesta cada vez más terminar de leer una noticia o un artículo de opinión, escuchar las tertulias de la radio, o simplemente comentar a la ligera los acontecimientos. Estamos como descabalgados. Bonita metáfora. Siempre nos quedará el lenguaje, aunque cuidado con él, a veces nos canta las verdades del barquero y nos muestra lo que en realidad esconde.

Selecciono (me lo permite la tecnología que a veces tanto detesto) lo que, y quién, me interesa, como si tuviera la vara de medir, el metro patrón de la verdad, y ahí me muevo. De podcast en podcast y de contradicción en contradicción. A lo mejor es la pereza de la que hablaba hace tiempo el académico Muñoz Molina (me habrás oído contar por qué me gusta leer lo que escribe, pero calla, es un secreto), y que disfrazamos de ideología: una forma de pereza, una coartada para no molestarse en aprender.

O a lo peor es la primavera, que tanto celebramos, y que tantos disgustos nos da. También aquí, en Teruel, donde dicen que no hay primavera. Dicen quienes manejan frases hechas tomadas del almanaque que son éstos malos tiempos para la lírica. Sí, abunda la cita a voleo, se ha democratizado el viejo almanaque y ahora es fácil citar sin haber leído, beber en las aguas confusas de la Wikipedia, hallar millones de respuestas a una búsqueda en 0,657 segundos y sentar cátedra. Desenfundar la vara de medir, el metro patrón de la verdad absoluta tomada con pinzas, decir lo que otros han dicho y que se acomoda a lo que en realidad deseábamos que fuera.

¿A qué viene todo esto? Entre otras cosas, a propósito del par de líneas que ha leído tanta gente acerca de las pruebas de cultura general que hicieron candidatos a profesor de Educación Primaria en Madrid. Se me ocurrió preguntar en clase. No sé si me arrepentí, nunca aprenderé. Recordé un diario de Muñoz Molina (mejor callar, y que hablen nuestras obras por nosotros), que se queda a la mitad de un camino que completa Heidegger (tranquilo, no leo a Heidegger, le he robado la cita a Georges Steiner, lectura recomendable para enseñantes): Quien quiera respuestas que guarde silencio; quien busque preguntas, que lea poesía.

Se trataba hoy de escribir sobre nuestra inexistente primavera (lo siento, me he vuelto a ir por las ramas), así que me dedicaré a buscar un rato para leer a los poetas (la poesía, dulce naufragio de la memoria, vuelve a susurrar el académico de guardia). Y como la primavera, al igual que la realidad, nos puede descabalgar, será recomendable leer poesía, planta que sobrevive en entornos imposibles. Algo anotó Rilke en Roma el 14 de mayo de 1904: “El comienzo de la primavera, con sus cambios malos y arbitrarios, ha sido aquí también duro de sentir.”





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