domingo, 10 de marzo de 2013

Idus de marzo

   (Foto: Amparo Hernández, 2004)


Antes de que llegara a mis oídos la noticia de la bondad que los romanos atribuían a los idus de marzo, días de buenas noticias y mejores augurios y después de que Shakespeare se encargara de cambiarlos por algo sangriento, cuando Julio César murió a manos de sus adversarios por no prestar atención al consejo que había recibido, en mi casa siempre se había hablado de los araboques de marzo, esos coletazos de viento y frío en un cielo entreverado de nubes y sol que descargan copos de nieve extraños que no cuajan pero incordian.

De momento, llueve, como mucho. Prometieron nieve en Teruel, y en Teruel capital nos quedamos con las ganas en este invierno raro en el que, cosas de trabajar con público variado en recinto cerrado, he presenciado y padecido virus de la tripa (caguetas, para entendernos), catarros raros y vientos extraños, sin días de frío apenas, así que los araboques nos han de pillar una vez más desprevenidos.

Coletazos del invierno que anuncian la primavera. Y si nos ponemos metafóricos no paramos, así que volvemos a tierra: final del invierno, primavera inexistente, un año más nos visitará la Semana Santa con su luna llena ya de primavera, esta vez casi a principios de abril, y miraremos al cielo una vez más.

Guárdate de los idus de marzo, advierten a Julio César en la tragedia de Shakespeare. Y se lo cargaron.

Roma regresa en estos idus de marzo al centro de la curiosidad informativa. Se elige nuevo Papa, y se hacen las habituales quinielas, que no aciertan nunca. No suelo prestar mucha atención a cábalas de ningún tipo, y menos en cuestiones del espíritu, pero se me ocurre pensar que la Iglesia, institución veterana que elige a quien estará llamado a atar y desatar de una manera verdaderamente peculiar, superviviente de la historia, anda estos días también con sus araboques particulares. De hecho, si leemos la literatura de su momento fundacional, también en su primera noche sopló un viento impetuoso. Y hasta hoy.

Días de noticias, idus de marzo. Y en medio de la tramoya compleja de semejante escenario, en un mundo cada vez más complicado, esto sí que es novedad, un anciano de apariencia frágil, todo vestido de blanco, como en aquella Roma antigua, voluntariamente apartado del mundo, decidido a acabar sus días como simple peregrino, observará todo como quien ya lo ha vivido, por primera vez y tal vez sirviendo de precedente, como quien ha decidido quitarse de en medio para dejar hacer. Curioso. No está de moda no creerse indispensable.



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