De pequeño (más bien, de niño), pensaba que los problemas estaban lejos. Todo sucedía en lugares inverosímiles y nos quedábamos con que lo ha dicho la radio, ha salido en la tele.
Vemos ahora imágenes de Ucrania (territorio de frontera, en ucraniano), tantas veces en directo, y todo se agranda: ya no es cuestión de saber de historia más o menos reciente. Me viene a la memoria aquella Historia del Mundo Contemporáneo que nos contaba Florencio Navarrete en el instituto de abajo, y caigo en la cuenta del dato. Estamos en pleno centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial.
Por lo visto, la amenaza de aniquilación de este país, y de que se líe bien liada, ni comenzó con Hitler ni terminó con Stalin y la Unión Soviética. Ahora nos recorre el temblor que siempre ha provocado la vista del monstruo alado. Los vientos de siempre no cesan de soplar y traen esta tempestad: vecino contra vecino, comunidades enfrentadas que habrán de necesitar de mediación de quienes, tal vez, teman que la disolución de este país perjudique sus intereses.
El monstruo alado vuelve a rugir. Ucrania, territorio fronterizo, según su propia etimología, el país que pide a gritos ayuda, es objeto de codicia, una vez más.
El futuro siempre ha sido incierto.
Pasa el tiempo. Crimea salta a los titulares. Malos augurios, tal vez. http://www.elconfidencial.com/mundo/2014-02-27/rusos-armados-asaltan-el-parlamento-y-la-sede-del-gobierno-de-crimea_94534/
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