...el Barrio de Capuchinos se había convertido en un núcleo de población alejado de la ciudad vieja, habitado desde la misma fundación de ésta mayormente por labradores, artesanos y menestrales dedicados al oficio de las hilaturas de lana, al tinte de tejidos y paños o al manejo de turbinas modernas que lograban convertir la fuerza del agua de la Acequia Real en el milagro, solamente humano y positivo, como repetiría el maestro una y otra vez, de la energía creadora capaz de transformar la realidad.
Abundaban también pequeños propietarios de unos cuantos molinos de cereal y maíz, y no faltaban familias que explotaban los martinetes siempre laboriosos del contorno del río. De todo esto, algo había leído ya don Juan Jacobo en la guía de Madoz, ya desde hacía tiempo compañero fiel de sus paseos ciudadanos:
Hay algunas fáb. de paños y bayetas,, y por los pueblos infinitos telares para la fabricación de lana y cáñamo destinados á los usos domésticos. Se tejen también mantas de lana, de las que se usan en el país, fajas de diferentes colores, alpargatas y varios artículos de esparto y abundan martinetes de batir cobre y alfarerías.
Experimentaba el joven maestro sentimientos encontrados al discurrir entre aquellas líneas. Por un lado, le rondaba la satisfacción de re-conocer lo ya leído, pese a la desilusión de las pre-vistas que otras veces le habían decepcionado, al no tener la realidad nada que ver con las imágenes que se había forjado, aunque con el paso del tiempo cayera en la cuenta de que sus ojos en realidad sólo padecían la tan manoseada falacia de los sentidos sobre la que tanto se discutía en la tertulia de La Solana...
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