miércoles, 29 de diciembre de 2010

San Silvestre



Estamos en la última semana del año, y nos sometemos (gustosos, diría, si no deseara parecer tan previsible) a la tiranía del viejo intento de comprender el paso del tiempo, la sucesión de meses y años que nos hacen sentir la necesidad de hacer balance cada vez que llama a la puerta el 31 de diciembre. Quien se someta a semejante tarea tal vez se vea como aquel muñeco inerte que una mano desconocida arrincona una vez terminada la función, mientras hace recuento de sus pertenencias y del éxito o del fracaso de lo que se había propuesto para los centenares de días que en su momento la vida le puso por delante.

Se acaba una decena de años redondos y no falta en los medios de comunicación el listado de lo que ha sido esta década: avances tecnológicos, cambios en el escenario mundial, nuevas preocupaciones cada vez más acuciantes, desafíos apenas imaginables al terminar el siglo anterior, un cierto desconcierto.

Eso sí, mucho estudio, mucho balance, pero poca capacidad de resolución. Será difícil llenar el vacío que siente el estómago ante la novedad de un año nuevo, sobre todo para quien vaya siendo consciente de sus limitaciones y no crea en los cambios cualitativos que no sean consecuencia de un esfuerzo continuo y, por qué no, de la suerte de tener alrededor a quien le ayude, se lo permita o al menos no se lo impida.

Echará a andar el año nuevo, y nosotros con él. Ahí espero encontrarte, recorrer contigo esta sucesión de metas volantes, y por eso te deseo lo mejor: buen hacer, paciencia, un poco de suerte y capacidad de aguante. Lo que llaman ilusión.

Hasta el año que viene.

No hay comentarios:

Publicar un comentario