sábado, 2 de abril de 2011

Montando el número


Otra cosa de los paseos por la ciudad, sobre todo por la ciudad vieja. Los números de las casas nos hablan del crecimiento, planificado o improvisado, nunca lo he sabido, tampoco me veo muy capaz de entenderlo, de calles en las que solares provisionales que se hicieron definitivos se convirtieron en edificios más o menos en consonancia con el entorno.



El paseante, aburrido tal vez de hacer siempre los mismos recorridos (en invierno buscando el sol, en los días que vienen, por fin, buscando la sombra y la corriente que refresque su paso lento), encuentra por fin entretenimiento y se distrae (tiene fama de despistado, no saluda a nadie como no sea que su interlocutor se le eche encima, y no faltará quien piense que se trata de orgullo).






A veces los números se montan. Otras veces se ve el hueco, como el diente de leche desaparecido de la cara del niño que sonríe cada vez que pasa por su balcón este peregrino urbano, y siempre este paseante convertido en el matemático precoz que fue, calcula el resultado de las restas y sumas que va haciendo. Los resultados de las operaciones le sugieren que hay números que se repiten. Las paredes cobran significado que a otros pasa oculto y regresa inquieto. Siempre le ha gustado montar el número.

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