martes, 10 de marzo de 2009

Semana corta

Como la semana escolar va a ser corta, aprovecho para hacer dos reflexiones blogueras.

La primera, y porque me sucede con frecuencia, sobre el riesgo que tiene esto de contar anécdotas en clase, que tiene su qué. A veces, desanima que la audiencia se quede en la aparente superficie de un sucedido, historieta, comparanza o similar sin alcanzar el fondo de la cuestión que el transmisor de conocimientos (esto sí que está en revisión permanente) propone desde ese atril con el que todos hemos nacido bien enquistado en nuestra alma, con el deseo de ayudar en el proceso de reflexión.

El alumnado, más o menos (des)motivado (podríamos ponernos a discutir sobre lo que está pasando en los centros educativos, e incluso tratar de buscar un culpable, pero de eso ya hablaremos en otro momento) escuchará atento, y no dejará de sorprender a quien creyó que tal digresión le venía como anillo al dedo con una respuesta más o menos sagaz.

La segunda. Como se habla, se discute, se especula, y los rincones de los departamentos didácticos, salas de profesores y lugares de reuniones que acogen los claustros ahora devaluados de cualquier poder de decisión escuchan siempre la misma canción, te diré que es una suerte tratar día a día con gente que es capaz de ponerle patas a todas estas preocupaciones y contribuir como buenamente puede.

Y es que pueden. Así nació el blog de la biblioteca del Chomón (http://bibliotecachomon.blogspot.com), que pronto ha comenzado a cosechar frutos en un ambiente que a veces tomamos por árido. Por allí desfila gente que lee y lo cuenta. Docentes, personal no docente feliz por haber (re)encontrado el placer de leer, y alumnos que presentan lo que leen, también en inglés).

No sé si las mentes pensantes se han parado a pensar si por los azares de la vida, presupuestos cortos de vista o prioridades poco contrastadas con quienes nunca abandonaron las aulas, el nuevo Instituto de Secundaria Segundo de Chomón, tuviera una biblioteca pequeña, raquítica, un mero símbolo, como una especie de monumento al dios desconocido, simple recinto donde los libros duermen olvidados. Así, nos quedaremos en la superficie de la anécdota. Lo veías venir.

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